La actitud en el ámbito empresarial: ¿lo es todo?

Si hubieses naufragado y te encontrases solo en una isla, aislado, en medio del Pacífico: con qué otra persona náufraga te gustaría también encontrarte: ¿con un ingeniero naval, depresivo y apático, o con un camarero sin estudios, positivo y dinámico? Piénsalo. A mi entender, no hay una buena solución al dilema, pero la cuestión requiere una cierta reflexión.

En este artículo, conoceremos la importancia de los términos: actitud y aptitud en el mundo empresarial y la gestión de los recursos humanos como eje del éxito de toda organización.

En la vida, la actitud lo es (casi) todo. La aptitud, también, pero hay diferencias entre una y otra. Veámoslo.

Diferencia entre actitud y aptitud

La aptitud está relacionada con la capacidad, con los atributos técnicos, o con lo que sabemos.

La actitud, en cambio, es la disposición mental que tenemos antes los retos y está vinculada con la motivación.

La actitud y la gestión de recursos humanos

La actitud es la predisposición psicológica para enfrentarnos a las cosas. Y proviene de acción, es decir, de actuar. Es la forma como las personas reaccionamos a lo que nos vamos encontrando, a los retos de la vida. Es, por tanto, la manera como nos relacionamos con lo cotidiano.

Las actitudes son elementos de la personalidad, están ancladas a la cultura y, por descontado, a nuestros referentes más inmediatos. Es un campo de la psicología relacionado con la conducta.

En la gestión de los recursos humanos la actitud es un elemento determinante. Somos muchos los que consideramos que, en muchas ocasiones, una buena actitud puede llegar a ser mejor que una buena aptitud, sin que ello suponga que con voluntad, predisposición y ganas se superen todas las dificultades.

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En el dilema que planteamos más arriba, un náufrago en una isla desierta con aptitudes para construir un barco, como es el caso del ingeniero naval, pero sin la actitud para hacerlo, es casi peor que otro, por ejemplo, como el camarero, sin esos conocimientos, pero con voluntad para superar obstáculos.

Quizá ninguno de los dos consiga salir de la isla, pero, si pudiese elegir, quizá, preferiría estar con el segundo. Las actitudes que me parecen más adecuadas en nuestro tránsito vital son las actitudes abiertas y proactivas, que se diferencian de sus opuestas, las cerradas e inmóviles.

Toma de decisiones empresariales

En la gestión de los recursos humanos, en el mundo de la empresa, la relación entre actitud y conducta es el eje central de muchas decisiones, porque las actitudes sólo son observables en sus consecuencias.

De ahí que alguien con aptitudes para hacer algo, pero sin la actitud de pasar a la acción, no genera consecuencias, no provoca resultados.

No hay duda que el que le echa horas, el que se dedica, o el que se esfuerza, siempre merece nuestra aprobación, ya que su comportamiento implica sacrificio y voluntad de superación, Sin ganas o compromiso, o sin implicación personal, no hay acción posible.

Pero, al tanto: un tonto, aunque muy motivado y energético, y que trabaje muchas horas, pero mal dirigidas, puede acabar siendo más desastroso que un insigne profesional depresivo y apático.

Las empresas del presente y del futuro seguirán reclamando, sobre todo, aptitudes. Es decir: conocimientos y competencias para conseguir objetivos y resolver problemas, pero, exigirán, además, que la actitud de esos individuos sea la más adecuada. Destacando, entre las más importantes, por genéricas: proactividad, un cierto optimismo vital,  motivación, amabilidad, habilidades sociales, o iniciativa.

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La actitud lo es (casi) todo.

Dr. Román Castro, Profesor de habilidades directivas del Master en Dirección de Empresas de Cela Open Institute.

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