¿Cuántas veces no se oye esta frase ‘casi’ hecha? Los afortunados que tiene un puesto de trabajo, y lo digo con todo el cariño del mundo ya que se percibe que quien tiene un trabajo es un afortunado hoy en día, tienen esa visión.
Viendo los datos macroeconómicos, y sobre todo uno en concreto, el total de horas trabajadas ha disminuido. Vemos que ‘dicen’ que aumenta el empleo, pero en cambio bajan las horas. Se puede uno hacer a la idea que se sustituye empleo a tiempo completo por parciales. Y por supuesto eso se traduce en reducciones de ingresos.
Si bajan las horas, ¿cómo es posible que tengamos menos tiempo para nosotros? Existen dos elementos que son diferentes entre sí, pero que son sinónimos en el mundo empresarial: La Percepción y El Dinero.
Percepción
Viendo que se contrata a tiempo parcial para realizar tareas en un puesto de trabajo que debería ser completo, y que casi inevitablemente se deben de realizar más horas de las que pacta el contrato -seremos políticamente correctos-, el empleado ‘percibe’ que le faltan horas para poder realizar dichas tareas dentro de la jornada pactada. Por mucho que intente ser productivo y eficiente, la efectividad se ve mermada por la acumulación de tareas que no pueden ser asumidas por las horas contratadas. Muchos son los casos de que se lleva trabajo a casa, o incluso fuera de la oficina gracias a las tecnologías actuales. Éstas deberían ayudar a ser más productivos, pero se pervierte el término por ‘realizar más tareas’.
Dinero
Con los sueldos actuales, muchos empleados ven malogrado su tiempo a cambio de una nómina. Existen estudios que demuestran que con un poco más de salario el empleado se automotiva ya que ve que su precio por hora es mayor y que le debe a cambio a la empresa ese esfuerzo. Muy natural se ve a los altos ejecutivos, y no tan altos, tener eternas jornadas que incluso van más allá de las 12 o 14 horas diarias. Intentan dar el máximo para poder llevar a casa ese espléndido sueldo.
Como vemos, unir o fusionar los dos términos, percepción y dinero, hace que el empleado sea más productivo, no que realice más tareas. Si el empleado empieza asumir que debe realizar más horas a cambio de menor salario, lo único que se consigue es que no esté motivado ni vele por los intereses de la empresa que le tiene contratado, al final sólo ve que ‘cada día tengo menos tiempo para mí’.
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