No se trata de necesidad ni de la crisis, el ser humano en general supedita sus valores y ritmo de vida a los ingresos provenientes del rendimiento de su trabajo, es decir toda su vida gira en torno a sus ganancias como empleado. Hay emprendedores, empresarios, socios, inversores de muchos tipos de sistemas de ganancias, pero la mayoría de nosotros dependemos para vivir del sueldo mensual.
La sociedad hace mucho que se enfocó en asumir que las horas que pasamos trabajando son más que efectuando cualquier otra tarea, y las personas que nos rodean cada día durante esas horas laborales, son las que más tiempo de vida pasan con nosotros.
A pesar de que tenemos asumida la importancia de la conciliación de la vida laboral con la personal, no se llega ni aún en los países más avanzados a poder evitar que el grueso de nuestro tiempo siga siendo el ambiente de trabajo.
Y en este escenario, deberíamos saber discriminar los tres factores que nadie va a cuidar por nosotros mismos, que son la estabilidad, libertad y empleabilidad.
La primera es la que condiciona la dignidad del puesto, ya que es en esa parte donde cedemos más tramos de vida en pro de una cantidad que obedecerá a nuestras necesidades, y ese punto es peligroso, porque es el que nos obliga (o así lo creemos) a aceptar condiciones que no son las que queremos. Ni en dinero, tareas, horarios etc. Consideraremos decente un trabajo que cumpla sólo con nuestras expectativas económicas, y entramos en entornos frustrantes, moviéndonos en el terreno de la incoherencia. Buscamos una estabilidad económica, desde situaciones de desestabilidad emocional tremendas ¿Cómo pretendemos soportar esa balanza?
Sobre la libertad, la desterramos en cuanto nos movemos por necesidad y no por deseo, no es suficiente con sentir que tenemos libertad de movimientos, o que la tranquilidad de ingresos nos hace sentir “liberados”, no es lo mismo. Debemos reconocer dónde están nuestros límites y valores humanos, y analizar si solo por cubrir unos mínimos físicos, no estaremos auto agrediendo nuestra propia estabilidad mental. ¿Por qué? Porque eso es a medio plazo un fracaso y seguro que hará que terminemos abandonando el trabajo. No podemos obviar lo que nos cubre unos mínimos emocionales, no compensa.
Lo que llamamos empleabilidad es nuestra capacidad de conjugar las dos anteriores, siendo la situación ideal aquella en que podamos garantizarnos a nosotros mismos una continuidad y desarrollo profesional, aún cediendo algo de nuestros máximos económicos deseados.
Sólo entonces estaremos dignificando nuestro puesto de trabajo, y esto nadie lo puede hacer por nosotros.
Corto al estilo Melies. El trabajo no dignifica, el hombre es quien dignifica al trabajo:
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