¿Inteligente o limitado? ¿Qué quieres ser?
La respuesta es sencilla: en el fondo, depende mucho de cada uno de nosotros. La inteligencia es un activo que se cultiva y amplía (si se quiere). Esta afirmación aunque, quizá, un tanto simple continúa siendo muy clarificadora. La inteligencia es uno de los activos –junto con la belleza– más apreciados en el ser humano. Y lo es por dos cosas. Primero, por ser un instrumento multiuso que nos diferencia del resto de seres vivos y, segundo, porque en aquellos que tienen una inteligencia por encima de la media, se les considera superiores, le damos más crédito a lo que hacen o dicen, son admirados, y a veces temidos, y se les supone más capacitados y competentes. Son más empleables, son más emprendedores. En las organizaciones, en el mundo de la empresa, la inteligencia ya no sólo es un activo aislado, concentrado y valorado de forma unidimensional. Las inteligencias múltiples vienen generando un gran interés en todo lo relacionado con la interacción humana.
En el futuro –ya lo estamos haciendo– ganaremos en elasticidad inteligente. Ampliaremos los puntos de vista y multiplicaremos los niveles de inteligencia. Serán más las personas que piensen, que pensemos, y nos acompañarán infinidad de avatares y robots que, a partir de una inteligencia artificial, basada en el Big Data, contribuirán a mejorar la toma de decisiones y a mejorar los productos del pensamiento compartido. Pero, por otro lado, también aumentará el riesgo de diluir nuestra responsabilidad en el confort gregario del grupo y que esos errores provoquen desastres de diferente magnitud.
A menudo, pasamos por alto que no existen pensamientos sin sentimientos. Cuando uno se enoja porque algo no le sale bien, la irritación influye en el pensamiento, que está integrado de sentimientos y afectos que, al mismo tiempo, influyen en el contexto y éste en el propio pensamiento. Ese bucle es importante. Hay que tenerlo muy presente. No olvidemos, como dice David Eagleman en su libro Incógnito, que el sistema emocional de nuestro cerebro es muy antiguo, está muy entrenado y automatizado, es instantáneo, explosivo y poco reflexivo. El sistema racional, en cambio, es, filogenéticamente, más joven, es lento, consume mucha energía y exige tiempo. No hay duda de que los sentimientos son clave en el pensamiento, y en la gestión de los recursos humanos en la empresa, clave.
No hay pensamiento, o inteligencia humana, neutra o aséptica, porque no lo son sus sentimientos. Cualquier reflexión está integrada en un sistema de valores y motivaciones personales. Uno no piensa como piensa, así, porque sí, por las buenas. Obedece a objetivos, motivaciones y valores que estructuran preferencias a partir de nuestro particular procesador mental. Aprender a pensar, pensando, como correr, corriendo, exige disciplina y método. Si queremos ser buenos nadando hay que entrenarse para ello, si queremos ser buenos pensando, también. La inteligencia o inteligencias es el cultivo de nuestra voluntad. ¿Inteligente o limitado? ¿Qué quieres ser?
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