Esta frase data de 1812, célebre en la guerra entre EE.UU y el Reino Unido por sus colonias canadienses. Pero desgraciadamente aún está en vigencia dentro de cualquier organización.
Son muchas las organizaciones que acaban por destruir internamente a la propia empresa, incluso partidos políticos, ONG’s, o cualquier tipo de asociación que tenga en su seno muchos elementos jerárquicos.
Muchos lo habrán padecido en cualquier momento de su carrera profesional, o incluso hoy mismo. Muchos lo han llegado a llamar ‘cáncer’. Y es que si no se le pone remedio no es posible ‘curar’ esa tensión que se genera cuando la cúpula o jerarquía intermedia no aplica de forma correcta la filosofía y política de la empresa u organización. De no hacerlo correctamente la base que sostiene toda la organización no trazará el rumbo correcto que se haya marcado dirección para llegar al objetivo deseado.
Se pueden detectar casi enseguida.
Una de las que más hincapié hago es la de escuchar lo que piensa y opina la base, los empleados. Esa es una de las funciones que menos se ejerce hoy en día, sobre todo mandos intermedios. Bien sea por falta de formación, o por el poder que se le otorga, y/o no sabe ejercer. Digámoslo claro, el ser jefe no es ‘ordeno y mando’, sino liderar las personas que se le ha dado la jefatura, para que lleguen a sus objetivos y crezcan profesionalmente cultivando nueva sabia que nos aporte una cosa que toda empresa necesita, Innovación.
Ellos son los que verdaderamente conocen el mercado, ¿por qué no escucharles?
Lo más natural es que ese líder esté con sus subordinados, palabra que muchos se toman en su más puro significado, pasando de ‘liderar’ (que para eso se le ha contratado) a ‘mandar’, y pueda absorber toda esa información valiosa y haga llegar a dirección.
El problema tampoco es sólo de esos mandos, también puede ser por la propia base, ciertos empleados que son perjudiciales a la propia salud de la organización. Bien sea por que están a disgusto, o porque se ha convertido en ‘deporte interno’. Muchas de las ocasiones vienen dadas por la alta competitividad que la propia organización promueve. Otras muchas porque el propio empleado no tiene claro cuál es su objetivo ni las herramientas que se le facilita para poder llegar a conseguirlas.
Como vemos hay diferentes ‘patologías’ que pueden ser subsanadas con una correcta dirección, como es el liderar, no mandar. Existen otras muchas más, pero hemos atendido a las más extendidas.
Se puede entonces entender que en muchas de las ocasiones en las que empresas y organizaciones empiezan a dar signos de debilidad y entran en problemas financieros, de ventas, de cuota de mercado, etc. no son propiciadas por la competencia, sino que es su propia organización quien las provoca.
Ya es hora que las organizaciones tengan líderes, y no mandos.
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