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¿Hacia un nuevo mundo multipolar donde vivir peligrosamente?

Desde la Caída del Muro de Berlín se ha estado produciendo una reorganización del mundo en base a unas fuerzas cuya permanente trasformación ha impedido alcanzar aún un equilibrio que proporcione estabilidad. Los criterios de clasificación han ido cambiando y el ideológico, parece haber sido sustituido por el económico y el poder reducirse a un mera comparativa entre los distintos PIB de los países en competencia por el liderazgo.

Así, China se sitúa en cabeza (en 2018, 18% PIB mundial, PPA), seguida de Estados Unidos   (15%) y la UE (13%). Sin embargo, geográficamente domina Rusia, pero militar y tecnológicamente, aún Estados Unidos.

África y el mundo islámico no encuentran su lugar en este esquema, e Iberoamérica parece que tampoco, mientras surgen alianzas geopolíticas como el AUKUS que envuelven a Asia Pacífico, en lo que parece un retorno a las políticas de contención con las que se trata de restablecer el equilibrio de poderes a escala regional y global simultáneamente.

Al mismo tiempo, las sombras del pasado retornan con una Rusia más asertiva que da alas a la OTAN que celebra en Madrid, este mes de junio, una cumbre de la que probablemente surgirá un nuevo concepto estratégico.

Mientras fenómenos como el yihadismo o la guerra asimétrica pierden importancia frente a la posibilidad de conflictos convencionales que puedan derivar en nucleares y con el ejemplo reciente en la Guerra de Ucrania; el retorno del Estado Nación resucitado por la pandemia parece haber dado paso a un incremento de la velocidad de una globalización que no está dotada de instrumentos acordes para la gobernanza y el mínimo control sobre el proceso.

El retorno del Estado Nación.

Cómo dice Josep Ramoneda,” la primera pandemia de la globalización ha servido para resucitar a un viejo conocido: el Estado nación”. Con la aparición de una amenaza directa a la salud de cada persona, el Estado nación retorna como el lugar natural para organizar la respuesta al virus y como marco referencial de pertenencia de la ciudadanía.

El paternalismo, el cierre de fronteras, el confinamiento, la exclusión del otro porque te pega el virus, la regulación de comportamientos y el control de la asistencia médica.

La revolución digital nos había hecho creer que la globalización nos obligaba a la construcción de nuevas estructuras supranacionales de gobernanza, especialmente en Europa, dónde los Estados, son demasiados pequeños para combatir solos la competencia global.

Esta resurrección nos advierte sobre el fracaso de las instituciones supranacionales (como la UE) y los mecanismos de gobernanza global. Habrá que sacar conclusiones, sin ninguna melancolía, ya que todo indica que el modelo según que circunstancia tal vez ya no funciona.

¿Tiene futuro el orden liberal internacional? El Multilateralismo en entredicho.

¿Cómo se puede construir un nuevo orden internacional sin que exista un claro consenso previo sobre los principios en los que debiera asentarse?

Tal y cómo analiza Charles Powell, director del Real Instituto el Cano, es necesario que Occidente (liderado por Estado Unidos) reconozca que el orden existente está muy lejos de ser satisfactorio. Este orden no tiene en cuenta el auge de las potencias emergentes lideradas por los BRICS y entre ellos especialmente China cuya diplomacia intenta el reconocimiento internacional de que ya no es un país en desarrollo, sino una gran potencia que quiere asumir las responsabilidades como tal, por lo que no basta de defender el orden liberal a ultranza sin más.

Lo ideal sería hacer un ejercicio práctico e identificar que, a pesar de sus limitaciones, “el sistema existente ha contribuido positivamente al crecimiento económico y a la estabilidad” y por lo tanto tomar aquellos elementos que son fundamentales y no negociables, y los que pueden y deben modificarse. La gran dificultad es que en occidente no existe un consenso nítido al respeto. Y es que el principal cuestionamiento del Orden liberal no solo viene de las potencias emergentes, sino del propio occidente.

A partir de la crisis de 2008 empieza a extenderse en el mismo occidente un profundo desencanto, de una ciudadanía que no se encuentra representada por sus actuales regímenes y que considera que las élites no se preocupan por su bienestar. Los ciudadanos han perdido la confianza en el sistema y parece un punto de no retorno.

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La pandemia de Covid-19 está acelerando transformaciones que ya estaban en curso en las últimas décadas, cómo la declinación de la hegemonía de Estados Unidos y el ascenso de China como potencia mundial. Pero, al mismo tiempo tal como sugieren Mónica Hirst y Bernabé Malacalza en su artículo: ¿podrá reinventarse el multilateralismo? “está teniendo efectos sobre las organizaciones multilaterales mundiales y regionales, en un contexto de deterioro y parálisis de la arquitectura mundial, especialmente el Sistema de las Naciones Unidas.”

El peso de Naciones Unidas

Este punto se ha visto mermado en los últimos años, y su falta de liderazgo se hace evidente desde antes de la pandemia. El papel de la ONU en los grandes conflictos y crisis recientes, incluida la pandemia, ha sido prácticamente inexistentes. Por poner un ejemplo, según el Consejo para los refugiados, Naciones Unidas se ha reunido 222 horas para debatir la guerra de Siria, que continua más de 10 años después, de manera inútil.

El consejo de seguridad no ha conseguido llevar adelante ninguna sanción al régimen sirio ante los bloqueos de China y Rusia. La OMS fue criticada por su falta de liderazgo durante la pandemia, pero es muy complicado liderar o ser neutral cuando dependes de la financiación y presupuesto de terceros.

El proyecto europeo busca reorientarse y la OTAN también. La UE, cuyo papel ya se cuestionó durante la crisis económica de 2008 y la crisis de los refugiados, terminó de cubrirse de gloria con su papel durante la pandemia.

También es sorprendente que después de varios intentos de Ucrania para ser considerado candidato para entrar en la UE, en los últimos años y habiendo sido rechazado en numerosas ocasiones, por no cumplir con los criterios de Copenhague, (tengamos en cuenta que Ucrania es considerada una democracia Híbrida) ahora sean todas facilidades y buenas palabras debido a la coyuntura bélica.

La Alianza Atlántica sigue siendo, siete décadas después de su creación en 1949, un actor de defensa y seguridad necesario y revitalizado con el conflicto de Ucrania. Hasta hace unos meses, el papel de la Alianza se ponía en cuestión, recordamos aquellas palabras de Macron en su tensa reunión con Trump, dónde se recordaron sus palabras: ” La OTAN sufre una muerte cerebral”  pero parece que ahora en el contexto actual es más necesaria que nunca para la defensa de los valores occidentales ante las amenazas externas, especialmente la rusa.

Por lo tanto, la Cumbre de Madrid llega en un momento crucial para la OTAN y para el mundo occidental al que pertenecemos. El concepto estratégico que se aprobará este junio en Madrid, será interesante de analizar y probablemente será un motor de cambio frente a las amenazas actuales y futuras. Con todo esto, las decisiones que tomen nuestros dirigentes tendrán consecuencias directas sobre los ciudadanos europeos y nos afectarán a nuestra economía y seguridad.

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Las consecuencias de rivalidad entre las grandes potencias: EEUU, Rusia y China.

La guerra de Ucrania ha clausurado una era y ha abierto otra, suponiendo el paso definitivo hacia un mundo postoccidental. El futuro se presenta muy incierto y contradictorio. Putin se ha lanzado al conflicto armado y no parece un líder dispuesto a aceptar la derrota.

En realidad, ningún ruso acepta la derrota, si se lo hubieran dicho a Napoleón cuando avanzó en un Moscú en llamas allá por 1812 tal vez no hubiera dicho aquella frase que le atribuyen: ¡Estos rusos son ascetas!. Lo curioso, es que a pesar de ser bien conocida esta característica rusa, así como que Kiev fue el primer Rus de la madre patria, algunos han decidido poner a Rusia contra la cuerdas y prácticamente acorralarla. Dicho lo cuál, este tema daría para otro trabajo y por no desviarme en demasía, continuo con el asunto que nos atañe…

Cómo describe José Pardo de Santayana en: De Ucrania a Taiwán: aprender a vivir en un mundo peor; “la guerra de Ucrania puede interpretarse como un primer acto de una guerra de mayores proporciones por la supremacía global entre EE.UU y China”

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Según este mismo analista, cuándo y cómo finalice esta guerra,  así se iniciará una nueva etapa de en la que la confrontación por Taiwán entre EE.UU y China está llamada a presidir la geopolítica global. Este sería un nuevo periodo histórico sobre el que la trampa de Tucídides proyecta su inexplorable sombra. “Estados Unidos teme las consecuencias del ascenso de China a la primacía mundial”; según LAMO DE ESPINOSA, Emilio. op, cita. 

Jinping está determinado a reincorporar la antigua Formosa durante su mandato, si fuera necesario por la fuerza. Tanto el actual conflicto como el potencial en ciernes están realineando a las potencias, lo que puede producir una gran fractura del mundo en bloques enfrentados de geometría variable.

Mientras, el gobierno de Washington está presionando para que Pekín y Nueva Delhi rompan su vínculo con Moscú. La supervivencia del régimen ruso dependerá de la ayuda y apoyo que reciba de estas potencias. La supervivencia rusa dependerá de que Pekín y Nueva Delhi no la suelten de la mano. Esta última no parece dispuesta a renunciar a si autonomía estratégica, aún a sabiendas de que se ha convertido en el gran objeto de deseo geopolítico.

Por su parte la República Popular China quiere mejorar su relación con la India para protegerse de la presión de EE.UU y sus aliados. Se abren multitud de escenarios en los que Europa y España tiene que encontrar un camino seguro con la mente fría y evitando apasionamientos innecesarios, sobre todo porque está en juego la prosperidad y la vida de las generaciones más jóvenes.

Dejarse querer. Cómo quedan los países de renta media. Latinoamérica.

La influencia de China en Latinoamérica ha aumentado en los últimos años, superando la influencia española y por ende la de la UE, y se ha incrementado en el contexto de la pandemia. No solo la diplomacia de vacunas y mascarillas ejercida por China, además las dificultades económicas y fiscales por la pandemia en América Latina han elevado la importancia de China como comprador de minerales y productos alimenticios latinoamericanos.

China es un inversor y financiador en Latinoamérica y así ha consolidado su posición e influencia con los gobiernos de la región. Según algunos expertos, la incidencia de China en América Latina están fomentando que la región sea menos democrática y segura, ya que el valor agregado de la extracción de los recursos de la región y el suministro de bienes y servicios, se dirige a empresas e inversores chinos, en vez de a los pueblos latinoamericanos.

Atrás quedan los pronósticos que se hacían durante el mandado de Obama, cuando en 2009, al poco tiempo de su llegada a la presidencia anunciaba en la V Cumbre de las Américas que deseaba abrir un nuevo capítulo en las relación de Estados Unidos con América Latina, basada en ” el respeto mutuo y los valores e intereses compartidos” a la vez que se comprometía a buscar un nuevo inicio en Cuba.

Charles Powell decía al respecto en su artículo : La política exterior y de Seguridad de Barack Obama:¿Hacía un nuevo paradigma estadounidense? ” Si sumamos a todo ello la reciente contracción de las exportaciones latinoamericanas a China y el declive de buena parte de los regímenes populistas de a región, cabe augurar para los próximos años una recuperación gradual de la influencia de Estados Unidos en el hemisferios sur, aunque en el futuro se sustente cada vez más en el “poder blando” norteamericano.

Después de Obama, vino Trump que no fue precisamente continuista, y veremos que ocurre con Biden, pero parece que EEUU ha olvidado la región en favor de sus intereses en Asia.

Por otra parte, aunque la pugna entre EEUU y China por esta influencia es evidente, Latinoamérica en su conjunto, que no es precisamente fiel, y es consciente de sus virtudes, la aprovechada y se deja querer por todos. Cómo siempre, los que pagarán las consecuencias, las que sean, serán sus ciudadanos.

¿Hacia dónde vamos? ¿Un mundo multipolar dónde vivir peligrosamente?

Pedro Baños, hacía una analogía en su libro “Así se domina el mundo” dónde compraba la geopolítica con el patio de un colegio dónde siempre hay varios arquetipos o personajes: el matón, la pandilla de confianza, el tonto útil y el débil que someter. A Estados Unidos, le atribuye además el papel de portero de discoteca que decide quién entra o no, así como quién debe salir por mal comportamiento.

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Algunos expertos dicen que estamos actualmente en un mundo apolar y que nos adentramos a uno multipolar más peligroso y caótico. Me lo imagino con varios matones, varias pandillas de confianza, varios tontos, etc. pero ya no veo a EE.UU como el portero de la discoteca. Tal vez lo sea unos años más mientras lidere el mundo en capacidad militar, mientras siga siendo el máximo contribuyente de la OTAN, algunos años más, pero en el momento en el que China le iguale, ¿Qué pasará?

¿Cuál será el papel de la OTAN a partir de junio de este año? ¿Realmente se incrementarán los presupuestos en defensa de sus países miembros, tal y como han anunciado, o seguirá siendo EE.UU quien tenga mayor peso en al organización?

Trascendental la noticia de la petición de adhesión de Suecia y Finlandia. Las cosas no pintan bien. Si la guerra se alarga, como todo apunta, si las tornas no cambian y nuestros dirigentes no se levantan de la cama con un nuevo sentido común y sensatez renovado, nos embarcaremos trágicamente en una tercera guerra mundial.

Algunas voces críticas se escuchan, la ciudadanía habla, a pesar de la gran propaganda de occidente. ¿Son los rusos el demonio con Putin a la cabeza y el resto unos angelitos? Nadie defiende una guerra, pero hay voces críticas que hablan del acorralamiento de Rusia y que ven un enorme agravio comparativo, hipocresía, y un doble rasero en este conflicto, en contraposición con otros actuales: Somalia, Yemen, Siria, Afganistán…

¿Hay ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda en el orden mundial? ¿De dónde proviene esa ilegitimidad de occidente? Sin duda, de nuestro pasado imperialista y colonialista reciente. ¿Qué podemos esperar ahora de países como India y China hasta hace poco sometidos y humillados? ¿Qué legitimidad tiene occidente ante ellos? Ninguna.

¿Pensábamos qué en un mundo globalizado e interconectado, dónde a pesar de la desinformación, los bots y los intereses de las élites los ciudadanos podrían ser sencillamente silenciados? ¿Estamos dispuestos a que nos sigan diciendo quienes son los buenos y quienes son los malos?

Conclusión:

Muchos ven la guerra de Ucrania como una guerra entre EEUU y China. Una guerra entre el Orden Liberal y el revisionismo de este orden. En esta pugna de dominio mundial, países de renta media como es el caso de Latino América tendrán que posicionarse, y lo harán desde mi punto de vista al sol que más caliente. Se aproximarán a los que más garantías les proporcione de manera cambiante. 

Un mundo complejo y desordenado no es necesariamente peor o menos seguro, aún con la presencia de fuerzas revisionistas, pero esa es la impresión que tenemos y que se nos trasmiten a diario. Evidentemente hay muchos intereses para que todo siga igual y mucho miedo al cambio. 

Sin embargo, creo que el tiempo del Orden Liberal que conocemos ha terminado y que EEUU ha perdido la legitimidad para liderar uno nuevo. Tendrá que aprender a compartir su liderazgo con otros. 

Por otro lado, los ciudadanos estamos llamados a un despertar colectivo y a exigir que se tengan en cuenta nuestros intereses y bienestar, por encima de las pasiones y egos de nuestros dirigentes. 

Artículo escrito por la alumna de IMF Smart Education, Margarita García Díaz-Varela.

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Estamos en un mundo muy polarizado, con grandes potencias que quieren expandirse y acabar con el resto de manera económica y política.