Los residuos que generamos en la actualidad poco tienen que ver con los de años anteriores. Los vertederos se llenan ahora de televisores, electrodomésticos y desde la última década, de ordenadores y móviles viejos que acaban por convertirse en amenazas para nuestro entorno. Es fundamental deshacerse de esta basura electrónica (o e-waste) de forma adecuada, pues es altamente contaminante; la clave: reciclar e intentar aprovechar alguna parte de sus componentes.
Pues si bien es cierto que en los últimos años ha crecido la concienciación acerca de separar los distintos tipos de basura, más allá del papel, los envases o el vidrio, la basura electrónica ocupa el mayor volumen entre los desechos del siglo XXI y contamina seriamente nuestro ecosistema y nuestra salud.
La diferencia respecto a otro tipo de residuos es que, siendo su composición (por su alto contenido en metales tóxicos) la más peligrosa, son estos residuos electrónicos los que menos se reciclan. Por añadidura, su vida de uso es muy corta: los ordenadores (que por la sofisticación de los nuevos programas que salen al mercado exigen cada vez un mayor rendimiento de la máquina) o los móviles (que se acumulan en los cajones de muchos hogares españoles tras ser continuamente reemplazados por modelos más modernos).
Podemos distinguir tres tipos de residuos tecnológicos:
- Línea Blanca: electrodomésticos (como lavadoras, frigoríficos, microondas…).
- Línea Marrón: televisores, vídeos, equipos de música, etc.
- Línea Gris: tecnología más moderna (ordenadores, teléfonos móviles y periféricos).
La Línea Gris supone actualmente la mayor parte de los vertidos tecnológicos, gracias a la adopción masiva en los hogares de ordenadores (de sobremesa, portátiles… y sobre todo de móviles).
Existen muchas maneras de procesar nuestra basura electrónica. Hoy vamos a dar unas pequeñas pautas para gestionar nuestros residuos electrónicos de la forma más óptima:
- Puede que el ordenador viejo no sirva para ese nuevo juego pero sí para realizar tareas más sencillas como procesar textos o navegar. Si hemos decidido deshacernos de él definitivamente, se puede desmontar para aprovechar algún componente a modo de repuesto en caso de emergencia (el disco duro, la tarjeta gráfica…).
- Podemos acudir a organizaciones benéficas que gratuitamente recogen y reparan los equipos para destinarlos a proyectos sociales y educativos con mayores, discapacitados, gente necesitada o países en vías de desarrollo. organizaciones sin ánimo de lucro reparan y actualizan ordenadores viejos o estropeados. La Fundación Bip Bip ha conseguido en los últimos tres años montar 220 aulas con 1.300 ordenadores de las que se han beneficiado más de 65.000 personas en riesgo de exclusión social. Otros proyectos dedicados a recoger ordenadores para terceros o países subdesarrollados son TeSo, Reciclanet , Presencia Activa , Noves Tecnologies per a l’Àfrica o TeDeSo.
- Si ya no tienen ninguna posibilidad de uso, antes de manipularlos nosotros mismos es mejor depositarlos en un lugar apropiado. Para los residuos domésticos más grandes (electrodomésticos, equipos informáticos, etc.) o peligrosos (baterías, pinturas, aceites, etc.) se han creado los llamados Puntos Limpios (o “ecoparques”), cuya localización puedes consultar aquí.
- Para las empresas de tecnología, existen soluciones como CloudBlue (en EE.UU.), que les ayuda a deshacerse de sus desechos electrónicos, asegurando que los metales preciosos se reutilicen.
- En muchos grandes establecimientos comerciales se han habilitado contenedores para recoger aparatos electrónicos de reducidas dimensiones (teléfonos móviles, principalmente). Están pensados para uso particular y el único esfuerzo a realizar por el usuario es el de transportar los deshechos hasta el punto más cercano.
El consumidor debe asumir la responsabilidad de deshacerse de manera adecuada de la chatarra tecnológica, mientras que la Administración, ayuntamientos, mancomunidades o empresas privadas deberían facilitar el proceso y garantizar que los residuos llegan a reciclarse o eliminarse de forma segura.
Una sola batería de móvil basta para contaminar más de 600.000 litros de agua. El cromo, empleado en la fabricación de las cubiertas de metal, es cancerígeno; el cadmio, componente de las baterías recargables, daña los huesos y los riñones; el mercurio, esencial para la iluminación en monitores, es nocivo para el sistema nervioso y el cerebro.
Los españoles producimos unas 200.000 toneladas de basura electrónica, que si se procesase podría generar más de 90.000 toneladas de metales, 30.000 toneladas de plásticos y 13.000 toneladas de vidrio recuperados. Parece evidente que la prevención resulta fundamental para evitar las consecuencias ambientales de la mala gestión electrónica.
Además de los usuarios, las instituciones tienen que asumir su responsabilidad respecto a este tema. La Unión Europea se sitúa a la cabeza en la regulación sobre la gestión de estos residuos y por ello hace unos años el Parlamento Europeo aprobó una directiva para reducir la eliminación de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE) y facilitar su desarmado y reutilización.
Asimismo, las agencias ambientales advierten que algunos países están exportando ilegalmente la basura electrónica a países del Tercer Mundo. También, por tanto, hay que frenar rápidamente la exportación de este tipo de deshechos a países como China o la India, que ya cuentan con enormes cementerios de basura electrónica.