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Y después de Doha… ¿qué?

La XVIII Conferencia de las Partes de la ONU sobre Cambio Climático (COP18) acaba de celebrarse en Doha (Catar). Representantes de 200 países asistieron a dicha cumbre, que se tuvo lugar desde el lunes 26 de noviembre al viernes 7 de diciembre. A pesar de la larga duración de la misma, ha vuelto a repetirse lo que viene siendo ya tradición en este tipo de cumbres, y los acuerdos logrados no han sido demasiado satisfactorios.

Tras largas horas de debates y con un día de retraso, los países reunidos en Doha aprobaron la prórroga hasta 2020 del período de compromiso del Protocolo de Kyoto, pero sin el apoyo de países tan decisivos como Japón, Rusia, Canadá y Nueva Zelanda. Tampoco se ha sumado Estados Unidos, que nunca llegó a ratificarlo. Estas ausencias implican que los países que se han comprometido a reducir sus emisiones durante el segundo período de Kioto, con la UE, Australia, Noruega y Suiza a la cabeza, generan poco más del 15 % del total de emisiones contaminantes mundiales.

Otro punto importante de la cumbre de Doha es que reduce las posibilidades de adquirir derechos de emisión procedentes de otros países menos industrializados. El texto aprobado hace referencia al superávit de emisiones del primer período de compromiso de Kioto, que expira este año, por lo que Australia no comprará derechos de emisión arrastrados del citado período de compromiso. Respecto a la Unión Europea, se menciona que en su paquete energía-clima para el cumplimiento de sus objetivos de reducción de emisiones para el período 2013-2020 no está permitido el uso de estos excedentes.

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El acuerdo establece un mecanismo para que cada país examine sus objetivos de reducción de emisiones antes de 2014, con el objetivo de que estos sean más ambiciosos. Además, se reafirma el compromiso alcanzado en la cumbre de Durban (Sudáfrica) de adoptar un protocolo internacional jurídicamente vinculante en 2015, para que entre en vigor en 2020, al término del segundo período de Kioto.

Una de las pocas esperanzas que deja la cumbre, en cuanto a la financiación se refiere, es la parte del texto que da un impulso al Fondo Verde para el Clima y se propone que las ayudas a largo plazo de los países desarrollados alcancen los 100.000 millones de dólares al año antes de 2020, algo que se espera se concrete en la cumbre de Varsovia en 2013.

Aunque el acuerdo de Doha presiona a los países desarrollados a anunciar nuevas ayudas financieras para la lucha contra el cambio climático, las condiciona a las circunstancias económicas. Las ONG, asistentes al evento, lamentaron que no se haya conseguido un compromiso por parte de los países desarrollados para aumentar la financiación para el clima hasta alcanzar esos 100.000 millones de dólares en 2020, ni tampoco un acuerdo unificado para detener el calentamiento global.

Las emisiones de dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero, crecerán este año un 2,6% a nivel mundial y duplican ya las tasas de 1990, fundamentalmente por las aportaciones de grandes potencias en desarrollo como China o India.

Todas las delegaciones presentes en Doha han reconocido que el acuerdo final no satisface las recomendaciones de los científicos, que pedían medidas drásticas para evitar un calentamiento que está provocando olas de calor, inundaciones, sequías o la subida de los niveles del mar.

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Como ejemplo de la necesidad de acuerdos realmente eficaces, el portavoz de Nauru (estado de Micronesia, en el Pacífico), incidió en la importancia de la financiación para mitigación y adaptación, y advirtió de que si esto no se consigue el año que viene, “estos estados desaparecerán”.

Ante esta situación, cabe preguntarse: y después de Doha, ¿qué? La respuesta es sencilla y preocupante a la vez. Está claro que las medidas son insuficientes. Estamos asistiendo a otro acuerdo de mínimos que se antoja poco o nada resolutivo. Aunque lo más preocupante es que los principales países con una cuota significativa en el aumento de emisiones parecen seguir haciendo oídos sordos a las recomendaciones y a los futuros efectos que el aumento de dichas emisiones causará sobre el planeta.

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Daniel Muñoz

Actualmente tutor del Máster de Medio Ambiente de IMF, además, compagina su actividad docente con la de Técnico de Investigación en le CIEMAT (Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas) en Madrid, dentro del ámbito de la investigación en el área de la Metrología de Radiaciones Ionizantes. También ha trabajado como Consultor Medioambiental y Técnico del área de Medio ambiente en el CJE (Consejo de la Juventud de España)

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