El tema de la digitalización, como evolución de la digitización y paso previo de una auténtica transformación digital, es un tema ampliamente recurrente y parece que está casi superado en nuestra sociedad. Pero ¿es realmente así? ¿Estamos los ciudadanos, el tejido empresarial… la sociedad en su conjunto, utilizando los recursos que hay a nuestra disposición para ser más eficientes, más productivos? Difícil pregunta que vamos a tratar, si no de desgranar, sí al menos de poner en contexto en este artículo.
El ejercicio que voy a realizar hoy me resulta atípico. Nunca suelo escribir un contenido a partir de un titular. En mi caso, el proceso creativo suele ser el inverso: vuelco en un artículo algo que me ronda la cabeza, y cuando lo tengo escrito, o al menos esbozado, le pongo título. Sin embargo en esta ocasión debido la importancia del asunto que nos ocupa, es necesario centrarse en profundizar en el marco de la digitalización.
Así que si nos ponemos manos a la obra, el primer paso es definir el concepto a tratar. Por lo que toca hacerse la temida pregunta:
¿Qué es la digitalización para las empresas?
Mi acto reflejo siempre es el mismo: empezar acudiendo a Google: casi un millón de resultados frente a 17 millones de su principal competidor: la transformación digital. Empezamos mal… ¿Nos habremos equivocado de palabra clave?
No importa, decido darle otra oportunidad, esta vez con la Wikipedia. Pudiera parecer un método poco científico, pero es que para mí esta enciclopedia on-line es un referente, al tratarse de la fuente más extendida globalmente de conocimiento colaborativo. Y sí, desde mi humilde punto de vista, lo colectivo es lo que más valor tiene a la hora de encontrar una definición para un concepto. Las cosas no son lo que nos empeñamos que sean, sino lo que las personas percibimos que son.
Los resultados de la búsqueda indican que tampoco parece que estemos por el buen camino… Esta vez mi oráculo digital colaborativo no me lo ha puesto fácil, ya que la entrada “digitalización” redirige a “transformación digital”. Y aunque parece que no vamos mal, en su entrada introduce una serie de definiciones vagas y relativas, dependientes entre sí, que sintetizo a continuación:
- Digitalización como conversión de información analógica a digital (es decir, numérica y binaria)
- Digitalización como proceso real del cambio tecnológicamente inducido en las industrias. Y deja lugar a la duda de esta aseveración continuando con esta cita literal: “La discusión académica que rodea la digitalización ha sido descrita como problemática ya que no se ha desarrollado previamente una definición clara de los fenómenos”. Acabáramos, que diría mi querido Quino en la voz de Mafalda
- Transformación digital como “efecto social total y global de la digitalización”
Efectos de la digitalización
Es decir: el proceso de digitalización de una compañía tiene como consecuencia su transformación digital, que supone un cambio de paradigma y una nueva cultura organizativa.
De acuerdo con estas premisas, se abren enormes posibilidades al análisis semántico de muchos de los titulares y tuits que nos bombardean en nuestro día a día, en cuanto nos asomamos al blog de referencia o al perfil social de nuestro ”influencer” favorito. Tanto es así que nos sentimos tentados a dejarnos llevar por el alarmismo…
- La transformación digital aumenta la productividad e internacionalización de las PYMEs.
- La digitalización de la banca, clave imprescindible para su supervivencia en los nuevos escenarios competitivos.
Ah, pero… yo, PYME ¿no puedo aspirar a vender fuera de mis fronteras si no he culminado la digitalización plena de mi compañía?. Yo, entidad bancaria, ¿cómo he sobrevivido varias décadas creyendo que mis procesos ya eran digitales?. En fin…
Recurriendo a mi verdadero oráculo personal
Me vais a permitir que, inmersa en este mar de incertidumbres, haya recurrido a mi oráculo particular, que ya me ha sacado de varios apuros: el pozo de lógica y sabiduría destilada sin un ápice de oportunismo o de intereses creados que se esconden detrás de los 13 años de mi hija mayor. Y ésta ha sido su respuesta: “la digitalización consiste en hacer cosas útiles con un dedo en una pantalla, y prescindir del papel”.
Gracias, Sara, ahora entiendo por qué no te gusta el PowerPoint (no es intuitivo) ni el Word (en el cole te hacen llevar impresos los trabajos que haces con él). Y también por qué te asomas al filo de la desobediencia parental colgando en Youtube tus críticas literarias, o compartiendo en WattPad con otras personas tus historias inéditas: crees que son útiles o interesantes para mucha gente, te basta un dedo para manejar estas aplicaciones, y nadie te obliga a imprimirlo. Tomen nota, señor@s.
Y las mujeres en el plano digital … ¿qué tal?
Los que nos seguís ya conocéis nuestra teoría al respecto de que la tecnología es un catalizador que acelera el empoderamiento de la mujer, ya que contribuye a erradicar las desigualdades. De esta forma, una verdadera educación y capacitación en tecnología contribuirá a eliminar el techo de cristal existente que las impide alcanzar la paridad de género plena.
Basta decir que si no se cubre la amplia demanda en el mercado de profesiones STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas), no habrá suficiente mano de obra cualificada para abordar la digitalización de este país hasta alcanzar su verdadera transformación digital. E incluso, esta transformación estará sesgada al contar únicamente con unos pilares basados en valores masculinos, que no son ni mejores ni peores que los femeninos… pero nos privarán de la riqueza que da la diversidad en cualquier ámbito de la vida.
La reingeniería de procesos como paso previo a la digitalización
Digitalizar procesos pasa por automatizar, con ayuda de la tecnología, la forma en que abordamos la resolución de un problema o necesidad del negocio, sea éste de carácter matemático, logístico o industrial. A partir de ahí, el amplio espectro de las ¿nuevas? tecnologías (cloud computing, big data, internet de las cosas, robótica, fintech, blockchain…) configuran un menú a la carta del que cada uno debemos seleccionar aquello que aporta realmente valor en nuestras compañías, es decir, aquello que nos ayuda a vender más y producir mejor (o viceversa), como decíamos hace ya algunos años.
En una era en la que el adjetivo “inteligente” se ha aplicado a casi todo lo aplicable, y preferiblemente en su afección en inglés (smart city, contract, car, tv… ) podemos permitirnos acuñar un nuevo término: smart digitization. Porque digitalizar o automatizar un proceso puede no ser una buena solución si antes de afrontarlo no analizamos si manualmente lo estamos haciendo de forma eficiente, y cuáles deben ser los parámetros a tener en cuenta en su automatización. La reingeniería de procesos es una forma más global de abordar la digitalización.
Sin profundizar aquí en las claves que pueden ayudar a los directivos a afrontar con éxito la digitalización de sus compañías, adelantemos únicamente una idea central: ésta no debe abordarse desde el punto de vista de la tecnología, sino de las personas y de la transformación de los modelos de negocio. Hablemos de la transformación digital de las finanzas, de los departamentos de Compras, o de las fábricas (la revolución 4.0), la tecnología no es más que una “commodity”, un simple instrumento para alcanzar un fin.
Aurora López García, Directora de Red Comercial, Marketing y Comunicación en Nettit – Grupo Everis y alumna del MBA Especialidad en Dirección Financiera de IMF Smart Education
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