Cambio climático y altas temperaturas

Cada vez que una nueva ola de calor nos alcanza o que las temperaturas de los termómetros superan los 40°C siempre se produce en algún rincón de nuestro país, y con alguna posible variación, la siguiente conversación cuyo tema principal es el cambio climático:

Hoy hace un calor anormalmente alto, esto es debido al Cambio Climático».

– «¡No hay cambio climático alguno! Calor como este ha hecho todos los veranos».

Y lo mismo, poco más o menos, ocurre con las sequías, las lluvias torrenciales, las heladas, el granizo y casi cualquier fenómeno climatológico un poco más fuerte de lo esperado.

Si la cosa se quedase en una conversación de barra de bar la cosa no tendría más trascendencia, pero lo cierto es que, por razones e intereses que no serán objeto de este post, estas conversaciones se dan también en el seno de las empresas e incluso de los gobiernos.

Y cuando llegamos a ese punto las consecuencias de un enfoque equivocado o banal de la situación tiene unos efectos mucho más drásticos.

El hombre y el cambio climático

Lo cierto, señoras y señores, es que los seres humanos, sobre todo en los últimos 150 años, nos hemos dedicado a quemar cuanto combustible fósil se nos ponía por delante, ya fuese en forma de carbón primero, petróleo a continuación y gas natural más recientemente.

En ese siglo y medio hemos quemado casi la mitad de todo el combustible fósil que había enterrado bajo la superficie del planeta tierra (al menos de todo el que tenemos conocimiento) y esto ha afectado a gran escala el medioambiente.

Los procesos geológicos durante más de 500 millones de años habían convertido selvas, dinosaurios y demás seres vivos en carbón fosilizado y nosotros lo hemos vaporizado (nunca mejor dicho) en apenas un instante. Hurtando de paso a las generaciones futuras de hacer nada con esos combustibles, en el caso de que quisiesen utilizarlos para lo que fuese, pues ya los habíamos quemado nosotros.

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Y lo cierto también es que ese CO2 fósil y subterráneo, por gracia de nuestro fuego, se ha ido convirtiendo en CO2 gaseoso, con lo que ha pasado a haber menos CO2 bajo tierra y más en la atmósfera.

Por poner un dato sobre la mesa, si en el último millón de años la concentración de CO2 en la alta atmósfera ha ido variando entre las 180 y las 250 partes por millón, en los últimos 40 años hemos iniciado una senda ascendente superando las 405 partes por millón… y subiendo.

Por qué las altas temperaturas

Hasta aquí lo que estoy explicando es de Perogrullo y no creo que nadie dude del hecho obvio. Pues, a base de mandar a la atmósfera gigatoneladas y gigatoneladas de gases de efecto invernadero, parece ser (al menos así lo dice la práctica totalidad de la comunidad científica) que hemos provocado, precisamente eso: Un mayor efecto invernadero.

Es decir, que la atmósfera que anteriormente nos ayudaba a atrapar parte del calor que nos llega del sol para hacer de este planeta un lugar habitable, ha ido incrementando la cantidad de gases y ahora atrapa más calor del sol del que nos gustaría.

Y, en consecuencia, la temperatura global del planeta, debido a este efecto invernadero incrementado, está aumentando. Y lo peor es que, según nos dicen, si seguimos quemando combustibles fósiles como si no hubiera un mañana, podemos correr el riesgo de que, efectivamente, no lo haya… o no muy agradable.

Esta breve explicación de lo que está pasando, espero arroje un poco más de luz, sobre el por qué, cuando alguien se sorprende de que las olas de calor sean más largas y con temperaturas más altas, está en lo cierto en pensar que la causa no es otra que el cambio climático que estamos viviendo.

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Habrá quien diga que en la larga historia del planeta Tierra ha habido muchos cambios climáticos, y estará en lo cierto.

La diferencia entre este que estamos viviendo y los anteriores es, por un lado, la causa (nosotros) y, por otro, el plazo de tiempo. Los anteriores cambios se producían en lapsos de miles o decenas de miles de años y este actual se está produciendo en el marco de un siglo o incluso de algunas décadas.

Independientemente de que lo veamos o queramos verlo, la verdad es que no es normal que los lilos florezcan dos veces al año, ni que las avispas y las moscas nos molesten hasta las Navidades, ni que Fogo anuncie que «mata también mosquitos tigre”» (hasta hace poco endémicos de África).

Tampoco es normal que la vendimia se haya adelantado cerca de un mes en los últimos 30 años, ni que aparcar el coche en la calle en enero ya no implique amanecer con 1 dedo de hielo en el parabrisas, ni que haya medusas tropicales en el Cantábrico.

Ni que la falta de agua haya acabado con el lago Chad, ni que el Polo Norte haya divido por 3 su extensión al final del verano en relación a 1980, ni que las lluvias torrenciales arrasen varias ciudades cada año, ni que los huracanes estén llegando hasta latitudes antes nunca pensadas, ni que los tornados sean cada vez más fuertes, ni que la subida del nivel del mar esté poniendo varias ciudades en peligro, ni que los glaciares de todo el planeta estén desapareciendo.

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Consecuencias del cambio climático

Como decía Winston Churchill, poco antes de que estallase la II Guerra Mundial, podemos seguir hablando del tema, pero lo cierto es que

hemos entrado en un período de consecuencias».

Cada vez, los efectos de un cambio climático que nosotros mismos hemos provocado y seguimos alimentando van a ser más avidentes y drásticos.

Como si de un tobogán se tratase, cada vez va a ir más rápido y los efectos serán más dañinos. Por eso hemos de actuar cuando aun estamos a tiempo de evitar los peores efectos.

No podemos evitar el cambio climático, para eso ya es tarde, pero si podemos aminorar su impacto y, sobre todo, propiciar un cambio en la tendencia a más largo plazo que permita una recuperación y que las generaciones que nos precederán tengan un planeta como el que nosotros hemos disfrutado.

Tenemos las herramientas para cambiar nuestra forma de interactuar con el planeta reduciendo nuestra huella de carbono. Sabemos que debemos hacerlo si queremos evitar un futuro complejo, pero la verdadera pregunta es: ¿Tenemos la valentía y la fuerza de voluntad para propiciar el cambio?.

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Director del Área de Energías Renovables de IMF Business School

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