Hace ya 3 años que en España se trata periódicamente la regulación del concepto del Balance Neto en la generación y consumo de Energías Renovables. El concepto en sí es sencillo; una vivienda puede tener instalada una capacidad de energía renovable teórica suficiente como para abastecer sus necesidades de electricidad anuales, pero el problema con el que se encontrará es que habrá momentos en que genere más de lo que consume y en cambio en otros no producirá toda la energía que necesita y dependerá por tanto, de la red eléctrica. El balance neto permitiría verter a la red los sobrantes de energía producida cuando no se consuma toda y tomar de la red cuando nuestra producción sea menor que el consumo. De una forma gráfica y como diría el humorista José Mota: “las gallinas que entran por las que salen”.
El caso es que mientras que nuestros países vecinos ya han regulado esta cuestión, en España se siguen filtrando informalmente borradores diversos, y a veces un tanto controvertidos, sin que ningún texto definitivo acabe de ver la luz.
Hoy día en España son pocas las compañías relacionadas con la producción y distribución de energía eléctrica. Es evidente que el establecimiento de un sistema de balance neto de la energía permitiría, no sólo incrementar el número de participantes en el sector sino que en alguna medida, permitiría aumentar el número de puestos de trabajo.
Durante el pasado Congreso Nacional de Medio Ambiente (CONAMA) que se celebró en Madrid en el mes de noviembre, se comentó como noticia la existencia de una casa que se había desconectado de la red eléctrica y que actualmente era capaz de producir su propia energía al completo. A pesar de que esta realidad fue aplaudida en dicho momento, si lo analizamos más de cerca veremos que se trata de una mala noticia pues pone de manifiesto la falta de regulación de una cuestión como es la del Balance Neto. Es importante recordar el significado de SmartCity o ciudad inteligente, planteada como una necesidad de interconexión en diversos ámbitos, y entre estos, en el referente a la energía.
Una ciudad inteligente, entre otras cosas, es un lugar donde el individuo produce cuando puede y consume cuando lo necesita sin desperdiciar los excesos de su propia producción, ya que los mismos pasan a la red de distribución para poder ser aprovechados por otro usuario. Posteriormente dichos excedentes vertidos podrán ser restados de su consumo de la misma. Es esa interacción entre los diferentes ciudadanos que crean una red de colaboración y aporte de energía limpia lo que permite concebir a estas redes como ciudades inteligentes y no el coeficiente intelectual de sus ciudadanos.
El que por fin fuera aprobada una norma que pusiera en juego el Balance Neto de la energía en España, podría incentivar la producción y consumo de energías limpias, lo que favorecería de forma directa a la economía baja en carbono. Además en el caso de economías muy dependientes de las fuentes energéticas importadas (gas, carbón o petróleo) permitiría no depender tanto de posibles fluctuaciones internacionales. Esta situación ya ha ocurrido en diversos países del mundo, donde por el surgimiento de pequeños productores de energías renovables y su necesidad de autoconsumo, unido al apoyo de los diferentes gobiernos, se ha creado esta normativa. Algunos de estos países son Alemania, Portugal, Holanda, Dinamarca, Japón, Australia, Estados Unidos, Canadá o México.
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