Todos los que nacieron en la década de los 80 del pasado siglo están cambiando las formas y hábitos de consumir televisión. Llega el ‘cuando quiero, el que quiero y donde quiero’. Este es el modo de entender de los llamados millennials.
Aún se recuerdan aquellos tiempos donde la familia se sentaba a comer y todos callados oían las noticias del día en el telediario de turno que hicieran por la pequeña pantalla. Lejos ya queda el asistir a los prime-time con todos los miembros de la familia quietos y en silencio en los sillones del salón asistiendo a una gala los sábados por la noche.
Ahora eso ya no existe, e incluso ni lo conocen y deben mirarnos con cara de perplejos, eso de tener que mirar la tele cuando la cadena lo emitía. Eso si no te lo cambian de día y franja horaria.
El consumo televisivo, aún con los esfuerzos de fabricantes tecnológicos por adaptar los aparatos a los gustos del consumidor actual, como puedan ser las SmartTV o los Mini-Pc’s con un Android o Rasperry Pi en sus entrañas. Todo ello está muy bien, pero las cadenas de TV deben hacer grandes esfuerzos por captar la atención de esta generación para que vuelvan a sentarse en el sillón en prime-time o cualquier otra franja horaria.
La mentalidad millennials: ‘Lo veo cuando quiero, lo que quiero y como quiero’
Gracias al boom del streaming o la OTT, el consumidor de productos televisivos, sean cuales sean, son más accesibles al usuario. Y de esto a aprendido muy bien el Millenial. Ahora es más fácil su consumo. Se puede reproducir en el momento que deseas, no hay que esperar a que empiece cuando lo pone el realizador de la TV. Se puede detener en cualquier momento para realizar lo que uno desee, otras tareas, atender una llamada, ayudar a la pareja a retirar la mesa, tuitear, ver las últimas actualizaciones de unos amigos que están de vacaciones, etc.
Podemos comprobar que los hábitos de consumo televisivo están cambiando, y mucho. Otro efecto es el de la segunda pantalla. Eso es lo más normal del mundo en una casa donde convivan jóvenes de 16 años en adelante. Ya no digamos los más ‘peques’, que prefieren trastear con el smartphone del papa o la tablet de la madre viendo sus dibujos preferidos o jugando con una app. Y es que hay que adaptarse.
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Jordi Torregrosa
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