Nos hemos acostumbrado sin remedio a confirmar la obsesión permanente de los responsables de gabinete de los partidos políticos (obligados a incorporar expertos en Social Media a su estructura) porque marcas y candidatos incrementen su presencia en todas y cada una de las Redes Sociales existentes. Por mucho que nos empeñásemos a estas alturas y dada la inexorable dependencia tecnológica que caracteriza nuestra sociedad, costaría prescindir de las herramientas que mejor miden (sin manipulación y de forma directa) las opiniones y conversaciones de los usuarios entre sí y en relación con la marcha de las campañas electorales y los cabeza de lista.
Detrás de un léxico que aglutina términos propios como trending topic, metaconversaciones, grupos de influencia, … e incluso en el propio hecho de que una reflexión, declaración o vídeo logre en cuestión de horas viralizar, se esconde sólo una variable adicional: implementar la tecnología al servicio de una disciplina como la política que, a priori, es tan reacia a los cambios.
Dejando de mirar por un momento (y sin que cunda el pánico) lo presente, descubrimos que en realidad, esto de la tecnopolítica no es nada nuevo. Tampoco sus consecuencias. Sencillamente se reduce el logro a extrapolar viejas prácticas al contexto actual y evolucionar el concepto de propaganda electoral. Si bien, ahora disponemos de mayores y mejores recursos y cómo no, contamos con una palabra que etiqueta prácticas ya conocidas y explotadas por ideólogos pasados que huelga decir perseguían fines repugnantes.
En otoño de 1950, Doob, profesor de la Universidad de Yale, publicó un artículo titulado Goebbels’ Principles of Propaganda donde se revisaban desglosados los 11 principios que Goebbels, en lo que se presume su diario, entendía que debían aplicarse a la Comunicación del III Reich. Ya por aquel entonces parecía entender quién se ocupaba de los asuntos del proyecto, que el aspecto de la difusión y de la propaganda, eran cuestiones de vital importancia para el éxito de la misión y no se equivocaba. Mientras en el contexto de éxtasis del nazismo, la creación de un manual de indicaciones que velase por la uniformidad del mensaje y la idoneidad del mismo en cada uno de los posibles escenarios era una realidad, ahora contamos con la inestimable ayuda de discursos de campaña concentrados en los 140 caracteres de Twitter y el apoyo de los “Me gusta” en Facebook, por ejemplo.
Son muchos los autores que analizan la tecnopolítica como si albergase la piedra angular de la regeneración democrática. Como si la única forma válida de hacer política de masas fuese el hecho de repetir conceptos mascados hasta el hastío, cuando revisando las reflexiones goebbelianas, encontramos ya una semilla innegable de lo que atribuimos ahora al fenómeno redes: “la propaganda debe etiquetar eventos y personas con frases o eslóganes distintivos” y hacía mención especial, incluso, a las características prácticas más recomendables para este tipo de etiquetas (o lo que hoy, con un conveniente # delante, definiríamos como hashtags):
- Que evocasen respuestas ya conocidas por la audiencia (“gravedad de la anécdota”).
- Que fuesen de fácil aprendizaje y memorización (“populistas”).
- De utilización reiterativa pero sólo en situaciones apropiadas (“mentiras convenientemente repetidas terminan por convertirse en verdad”).
- No utilizables en contra de su usuario (“vía medios de comunicación afines”).
- Orientadas a un único adversario (“que no piensa como todo el mundo”).
- Que negasen las malas noticias inventando otras disuasorias (“y tú más).
- Que apelasen a instintos primarios (“componente emocional del voto”).
- …
Hablaba además Goebbels de “facilitadores de propaganda” (o los tan cotizados prescriptores) de “temporalidad de los mensajes como táctica” (es decir, los Trending Topic) y hasta comentaba la idoneidad del “desplazamientos de la agresión” como fórmula propia de ruido mediático para desviar el foco de atención.
Twitter, soportaría a través de los Retuits, la lupa del mecanicismo de Albert Speer (arquitecto de Hitler) expuesta por él mismo en el transcurso del juicio de Núremberg: “Las dictaduras de otros tiempos precisaban de hombres de grandes cualidades, incluso en los puestos inferiores; hombres que supieran pensar y actuar por su cuenta. El sistema autoritario de los tiempos de la técnica puede prescindir de ellos; los medios de telecomunicaciones permiten mecanizar el trabajo del mando inferior. La consecuencia de todo ello es el tipo de hombre que se limita a obedecer órdenes sin cuestionarlas”.
Caso diferente serían las llamadas masivas por parte de grupos organizados al retweet para conseguir el TT, fenómeno que sin duda contradice las afirmaciones categóricas de Goebbels.
Las Redes Sociales son una herramienta de comunicación política incuestionable. Lo que no debemos renunciar es a la amplitud de matices que ésta reclama. Desde luego, y afortunadamente, la práctica de la política no puede ni debe reducirse en exclusiva al apoyo de la tecnología, que limita la difusión de las ideas al cauce del mensaje corto y refleja una pérdida de la capacidad crítica del pensamiento individual sometida al absurdo de lo colectivo.
Por María Jamardo
“Trabajo con pasión. Pasión por el trabajo. CEO en @moccotopubli. Convencida de que los malos nunca ganan.”
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