¡Todos nos deberíamos arruinar financieramente, por lo menos una vez en la vida! Y, tras arriesgar mucho, con la ilusión de ganar, perderlo todo: el trabajo, los ahorros, el prestigio social, el poder, incluso algún amigo, no tan amigo. Con el aprendizaje que supone el haber fracasado y, tras haber tenido el coraje de haberlo intentado, todo se volviera oscuro como la noche y hubiera que sacar fuerzas de flaqueza para recomenzar reconstruyendo desde las cenizas tras el sueño roto.
En la vida no hay casualidades sino causalidades y las cosas pasan porque algo hizo que provocáramos que pasaran; no hay culpas de otros, no hay destino que nos ha mirado de reojo, no hay más responsable que nosotros que, con las cartas que la vida nos da, decidimos jugar la partida de una u otra manera.
Como dice Viktor Frank ¨a veces no somos responsables de lo que nos pasa en nuestras vidas, pero siempre, absolutamente siempre, lo somos de cómo afrontamos lo que nos pasa¨. Esa libertad última, la de elegir como respondemos frente a las circunstancias, nadie nos la puede arrebatar. Por ello, ante situaciones dramáticas, vemos personas que se hunden y otras que deciden ponerse el mundo por montera y afrontar la desgracia con coraje, porque cuando no está en nuestras manos cambiar la situación que nos produce dolor, siempre podremos escoger la actitud con la que nos enfrentamos a ese sufrimiento.
Con mi ruina financiera, perdí muchas cosas que eran importantes para mí y en la dureza de la situación, afloraron virtudes que nunca se hubieran manifestado como; coraje, optimismo, resiliencia, sobriedad y una voluntad y disciplina que jamás hubiera pensado que tenia.
Arrostrando frente a todo, hice un didáctico “master de vida” y entrene en las peores circunstancias, desarrollando el musculo de la capacidad de lucha. Toque fondo y sobre esos cimientos tome decisiones para reconstruir mi vida.
Cada problema dejo de ser un problema, sino un simple reto de gerencia a superar.
Da igual la situación que me llevó al fracaso, da igual si supe o no elegir compañeros de viaje y me asocié con algún que otro sinvergüenza menos honrado que Curro Jiménez, da igual si no supe retirarme a tiempo y cuando lo quise hacer ya no tenía nada, todo da igual, el hecho es que ocurrió, sobreviví y aprendí, y eso y solo eso es lo importante.
Y como estamos entre amigos y tengo alma docente, os lo quiero contar por si en algún momento os sirven estas 7 lecciones de vida.
En resumen, con la ruina financiera aprendí a dar importancia a lo que de verdad lo tiene, aparcando el miedo a tomar decisiones. Comencé a vivir en coherencia con mis valores, a decir no cuando quiero decir no y a luchar por lo que si quiero.
Esto que llaman vivir ¨ es un viaje apasionante del que nosotros y nadie más somos dueños¨ , donde ¨ lo malo es antesala de lo bueno ¨ y ¨ donde todo pasa, todo se recompone y todo comienza de nuevo ¨. Es en la adversidad donde aflorara la mejor versión de ti, que, una vez que despierta, seguirá a tu lado para siempre.
En nuestra existencia no hay noches eternas y tras el oscuro crepúsculo se suceden preciosos amaneceres, siempre y cuando tengamos coraje y sigamos creyendo en el destino, en los demás y en nosotros.
Vale la pena vivir, vale la pena seguir intentándolo sin miedo, como si nunca antes hubiéramos fracasado y de seguir confiando, como si nunca nos hubieran traicionado.
Ana Cabezas, Asesora de la Presidencia en INACAL y Directora del Master en Finanzas de IMF Business School
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Concuerdo plenamente, pero me quedo con “aprendí que no pasa nada con pedir ayuda”, en lo mas triste de tu caída siempre encontrarás a alguien dispuesto a ayudarte, darte la mano para que salgas, a veces hasta personas desconocidas, otras que dicen conocerte por que ten han visto esforzándote, otras que también alguna vez recibieron ayuda cuando estuvieron en el fondo y lo único que le pidieron a cambio “haz lo mimo con otro cuando puedas”, sea como sea, alguien estará siempre dispuesto a echarte una mano.
Gracias por compartir, por ser esa voz de aliento aún sin conocerme, me había olvidado de que soy la responsable de cómo afrontar lo que me pasa, y que de esto depende que tenga éxito, se que no será fácil pero no será imposible, el sólo hecho de abrirte y contar tu historia me motiva a seguir buscando el camino, a ser agradecida con Dios y con la vida por lo que tengo, y a luchar por lo que quiero.
Gracias Ana.