Hasta la actualidad, prácticamente, se ha venido midiendo la inteligencia de las personas a través de una serie de pruebas lógico-matemáticas, verbales y espaciales que nos indicaban su Cociente Intelectual (en adelante CI).
Ahora bien, el resultado de estas pruebas vaticinaba de alguna manera el rendimiento o trayectoria académica de la persona pero, bajo ningún concepto, el éxito a nivel profesional, afectivo y social. Todos conocemos a algún amigo, familiar o conocido que tiene un CI alto pero que por alguna razón “misteriosa” no ha tenido suerte en la vida.
Si viviéramos aislados (es decir, fuera de la sociedad), el CI sería prácticamente suficiente para poder sobrevivir en plenitud, pero cada vez en mayor medida vivimos en sociedades netamente urbanas, y nuestra Inteligencia Emocional se hace capital a la hora de desarrollarnos como personas en este entorno digamos “más poblado”.
Las investigaciones sobre nuestro cerebro han determinado que además de medir el CI de una persona es necesario también medir su Cociente Emocional (en adelante CE) para determinar las posibilidades de éxito, y no sólo eso, además este coeficiente, al contrario que el intelectual, no es fijo (o prácticamente fijo) sino que puede desarrollarse a lo largo de la vida de una persona.
Ahora la pregunta que nos debemos hacer es ¿cuáles son las razones por las cuales es tan importante nuestra Inteligencia Emocional? Para contestar a esta pregunta lo mejor es poner algunos ejemplos:
- Según estudios realizados, los resfriados y los procesos de dolencia gastrointestinal que afectan a los alumnos aumentan exponencialmente en períodos de exámenes. Las conclusiones a las que se llegaron indicaron que este cuadro clínico es debido a que nuestro sistema emocional se encuentra desequilibrado en base a una situación de estrés sobrevenida.
- ¿Inteligente o Listo? Esta es la pregunta que nos hacemos cuando alguien resuelve un problema de un modo diferente al convencional. Lucrecia Pérsico describe en su libro “Guía de la Inteligencia Emocional” una anécdota parecida a la siguiente que responde a la perfección esta pregunta: La madre de Miguelito decide celebrar la fiesta de cumpleaños de su hijo, y para ello planea realizar una serie de juegos para amenizar la fiesta a todos sus amiguitos. Uno de ellos consiste en dar a cada niño un cubo de rubik con el compromiso de dar un “gran regalo” a aquel que logre ordenar por colores cada una de sus caras. A los 15 minutos llega una niña y tirándole de la falda le dice: “Ya está hecho. ¿cuál es mi regalo?”. La madre de Miguelito se queda muy sorprendida de la rapidez con la que la niña había ordenado el cubo, y le dice con los ojos muy abiertos: “¿pero cómo lo has hecho tan rápido?”, y la niña ante la pregunta se encoge de hombros respondiendo: “Era fácil, solo había que cambiar las pegatinas”.
Bien, descrita la anécdota, ¿cómo se podría adjetivar a la niña? ¿de inteligente o de lista?. Casi todos nosotros diríamos que como no ha ordenado el cubo de la manera convencional, es decir, de manera “inteligente” girando los planos horizontales y verticales del cubo, la niña es “lista” pero, ¿la madre de Miguelito les explicó cuáles eran las reglas a seguir para ordenar sus cubos? La respuesta es No, por tanto, ¿por qué no habría de ser válida la forma de resolver el problema por parte de la niña?
Esto que es una simple anécdota explica en muchas ocasiones por qué no conseguimos resolver con éxito los problemas que nos plantea la vida, y por tanto, la forma en que nos auto-limitamos nosotros mismos por no utilizar nuestra Inteligencia Emocional.
- ¿Aceptan de igual modo los transtornos emocionales a mujeres y a hombres?. La respuesta es No. Según el último estudio realizado en la Universidad de Basilea las mujeres son más propensas a sufrir trastornos de índole emocional (como la depresión o la ansiedad)
Explicadas algunas de las razones que apoyan la importancia de desarrollar nuestra Inteligencia Emocional o mejor dicho nuestro CE, es hora de cuantificar los porcentajes de ambos que coexisten en nosotros. Según Daniel Goleman, para alcanzar el “éxito”, entendido éste como llevar una vida profesional y personal equilibrada, utilizamos en un 20% nuestro CI (que habíamos dicho era fijo o prácticamente fijo), y un 80% de nuestro CE (que se puede seguir desarrollando a lo largo de nuestra vida).
Teniendo en cuenta estos porcentajes, y que en la mayor parte de nuestra etapa educativa se está fortaleciendo el CI, no es de extrañar que nos encontremos un poco cojos emocionalmente hablando y necesitemos reforzar nuestro CE.
La siguiente etapa en nuestro conocimiento de la Inteligencia Emocional será averiguar cuáles son sus capacidades… pero eso será en un nuevo post.
Esto es todo por esta entrada… seguiremos en la siguiente… ¡¡Estad atentos a vuestra pantalla amigos!!
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