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Cultura agile y organizaciones líquidas, ¿qué son?

En la nueva normalidad que estamos afrontando, debemos contar con recursos y herramientas que nos ayuden a tener mayor capacidad de adaptación y ser mucho más ágiles. De hecho, en Recursos Humanos, uno de los grandes retos que se presenta, es llegar a ser organizaciones líquidas con una cultura agile que nos permita adaptarnos a las necesidades del entorno.

¿Cómo es la cultura agile?

Una cultura agile es la que engloba una forma de pensar y ser agile, es decir que está integrado en los procesos y en la estrategia. Se hace agile cuando se es agile. Están surgiendo nuevos roles, nuevas soluciones en las empresas para poder ayudar a los equipos y entender mejor estas metodologías que pretenden transformar los procesos, los recursos y los entornos para que se fluya mejor y ser más productivos, a la vez que se genera más bienestar.

Hablar de bienestar y productividad a la vez da un chute de buena energía a todas las partes, a la organización y a los equipos, ¿verdad? Necesitamos estar más conectados, entre nosotros y con los objetivos de la empresa. La cultura agile nos ayuda a tener organizaciones líquidas. Hablar de agilidad y fluidez implica reconfigurar la forma de trabajar, transformar procesos y medios. Pero va más allá, porque no se queda en la metodología, y cuando abarca a toda la organización y a su forma de entenderlo, acoge a la cultura.

Metodologías agile

Han venido para quedarse, porque quien lo prueba quiere más. ¿Qué tendrán estas metodologías que parecen crear adicción? Añaden valor a la organización porque mejoran la relación entre la misión y la visión y las hacen ser organizaciones líquidas. ¿Qué hacemos y cómo hacemos para llegar donde queremos? En este punto, las herramientas, dinámicas y recursos que nos ofrecen las metodologías agile nos ayuda a entender mucho mejor la propia cultura.

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Las metodologías agile están enfocadas en la persona, en añadir valor y en aportar soluciones de forma constante. Como su nombre indica, son ágiles y por tanto nos facilitan la vida. Eso debería ser suficiente motivo para integrarlas en la organización.

El mindset o mentalidad, se asocia a la cultura porque es la que lo empieza todo. De hecho, indica cómo piensa la organización, cómo siente. Las organizaciones líquidas tienen clara esa mentalidad y la transmiten en su cultura agile. Los equipos están formados por profesionales que entienden esa forma de trabajar, que se adaptan trabajando en remoto o en la oficina, que llevan a cabo reuniones enfocadas y ágiles. Todos los recursos son para facilitar el desarrollo del proyecto y de sus equipos.

Para empezar, enfócate en la estrategia, entendiéndola como valor añadido de forma interna, no solo hacia fuera para tus clientes. Apuesta por los equipos empoderados, y olvida los grupos que cumplen órdenes.

Personas, luego cultura

Hablamos de cultura agile cuando se fomentan los valores que apuestan por esa forma de trabajo distinta, que no solo se aplica a tener reuniones sencillas y prácticas. Se practica en toda la organización y se impregna en todas las áreas. Por ejemplo, el valor de la colaboración es un indispensable en la cultura agile, porque se hablar de escuchar, de valorar el talento del resto de los compañeros y de colaborar para que el equipo, que es multidisciplinar, haciendo que cada uno de los miembros sea empoderado y brille por su propio talento.

Las organizaciones líquidas, apostando por la fluidez

La cultura agile se mezcla con las organizaciones líquidas porque en el fondo, las organizaciones que realmente son ágiles, son las que ponen el foco en la transformación del mindset. No vale cambiar procesos si no tenemos mentalidad agile. Eso pasa por cambiar muchas de las cosas que llevábamos haciendo mal desde hace tiempo.

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Al contrario de las organizaciones jerarquizadas, la cultura agile va hacia la simplicidad, lo plano. Se experimenta más que planifica. Se comunica y hay una cultura abierta y transparente. Todos conocen lo que sucede y cómo están los procesos y proyectos. Darle a las personas la posibilidad de entender qué impacto tiene su trabajo en la empresa es muy importante.

Somos organizaciones líquidas cuando hablamos de estructuras horizontales, cuando eliminamos burocracias que nos hacen perder muchísimo tiempo, cuando se tarda en tomar una decisión. Debemos definir bien los roles que tenemos en la empresa y que todos puedan identificarlos sencillamente.

Lo práctico se impone y se generan espacios de colaboración transversal, de trabajo donde todos somos mucho más efectivos. Los procesos largos dan paso a fases ágiles de acción.

Somos, luego hacemos

Ser conscientes es la base de tener cultura agile, de que seamos organizaciones líquidas. Instalar cambios por el hecho de hacerlo, porque está de moda o sin saber muy bien, es un error. Hay que sentirlo, hay que disfrutarlo e integrarlo. La idea es mejora continua y debemos adaptarnos a los cambios internos, a hacer que eso forme parte de nuestro día a día, siempre con el foco en mejorar.

El proceso de las organizaciones líquidas pasa por entender que lo de fuera está gestionado por lo que tenemos dentro y para eso es imprescindible que allí haya personas con esas competencias líquidas que harán así a la organización. Habilidades que van apareciendo y que se muestran como necesarias en este entorno, así que aprendizaje constante, es vital.

Como hemos visto, se trata de empoderar, no de tener ejecutores, de medir y buscar lo excelente, de transmitir y comunicar. Los equipos deben brillar para que las organizaciones líquidas lo hagan. En una empresa así, nunca oiremos “las cosas siempre se han hecho así”. Por eso es tan importante, escuchar qué está pasando, innovar y aportar con feedback para todos sepan qué pueden mejorar y qué soluciones o propuestas pueden ofrecer.

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Especialista en Employer Branding y asesora de Gestión del Talento en las empresas. Apasionada de la comunicación, las personas y cómo potenciar sus habilidades. Su objetivo es conectar a las personas en su entorno de trabajo.

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