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La inteligencia artificial, ¿un riesgo o la panacea para la ciberseguridad?

La Inteligencia Artificial (IA) se define como la inteligencia trasladada a las máquinas. Esto consiste en aplicar algoritmos en máquinas con el objetivo de que estas realicen capacidades similares a las del pensamiento y comportamiento humano. 

Dicho de esta forma, parece una tecnología lejana y de ciencia ficción, pero lo cierto es que desde hace algunos años está más presente en nuestras vidas de lo que imaginamos. Sin ir más lejos, la inteligencia artificial la encontramos en la detección facial de nuestros dispositivos móviles y también en nuestros asistentes virtuales de voz. 

No cabe duda de que los beneficios que puede aportar la inteligencia artificial a la sociedad y a la economía en áreas como la automoción, la agricultura, el sistema financiero o la asistencia sanitaria son incuestionables.

El hecho de que las máquinas piensen y razonen como humanos es uno de los avances más revolucionarios de la tecnología, pero irónicamente, también representa un peligro real para nuestra seguridad.  

El uso de la inteligencia artificial en el cibercrimen 

Por desgracia, la inteligencia artificial se emplea también para llevar a cabo ciberataques, como, por ejemplo, ataques de phishing personalizados, ataques de denegación de servicio que imitan la navegación de personas reales y ataques de suplantación de identidad. Sin ir más lejos, en 2019 unos criminales suplantaron la identidad del CEO de una empresa haciendo uso de inteligencia artificial, que era capaz de imitar su voz. 

Es un hecho: si unos ciberdelincuentes llamarán de forma ininterrumpida a un gran número de personas suplantando la identidad de otras mediante inteligencia artificial, podrían hacerse con contraseñas, cuentas bancarias o números de tarjeta de miles de personas.  

La inteligencia artificial también supone una amenaza a ciertas libertades y derechos humanos si esta se emplea para vigilar comportamientos de un grupo determinado o para elaborar y lanzar campañas de desinformación. Pero no hace falta irse tan lejos.

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Los nuevos smartphones están adoptando inteligencia artificial para interpretar las acciones de los usuarios con el objetivo de predecir su comportamiento y ofrecernos productos y servicios en base a nuestras necesidades. Esto puede llegar a convertirse en un arma de doble filo si ciertos ciberdelincuentes llegan a hacerse con el control de nuestros dispositivos.  

Pero eso no es todo, la inteligencia artificial puede suponer también un riesgo para la seguridad física de las personas. En general, si cualquier máquina realiza acciones en contra de nuestros objetivos, puede terminar en tragedia. Un claro ejemplo de ello son los coches autónomos, que han causado ya víctimas mortales. Sin embargo, la gran preocupación viene del uso de la inteligencia artificial en el sector militar y armamentístico, dando lugar a armas autónomas o “robots asesinos”. 

El papel de la inteligencia artificial en el ámbito de la ciberseguridad 

¿Cómo podemos protegernos ante los riesgos de la inteligencia artificial? Lo cierto es que la respuesta es un tanto irónica y contradictoria: con inteligencia artificial. En el campo de la ciberseguridad, aplicar la inteligencia artificial contribuye a anticipar, neutralizar y gestionar amenazas y ciberincidentes con una mayor efectividad.

Por ejemplo, a través de la detección de malware mediante el reconocimiento de patrones anómalos, la detección y bloqueo automático de phishing, etc. Sin embargo, la línea entre el uso legítimo e ilegítimo de la inteligencia artificial resulta un tanto difusa, ya que, por ejemplo, el mismo sistema de inteligencia artificial diseñado para detectar ataques de phishing puede prevenirlos y detectarlos, pero también crearlos y lanzarlos.   

Los riesgos y las amenazas asociadas a la inteligencia artificial no dejarán de aumentar a medida que esta tecnología se implante en nuestras vidas, pero ¿podremos crear sistemas de inteligencia artificial sin brechas de seguridad? Una cosa está clara: la seguridad absoluta es una utopía.

Sin embargo, resulta crucial establecer una legislación y un código ético en torno a esta tecnología que cambiará nuestra forma de vida para siempre. 

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Por Carlota Huete Salazar, analista de concienciación en ciberseguridad en Deloitte

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