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Reconocimiento facial: cuáles son los límites

Las redes sociales son el mejor ejemplo del debate que genera todo aquello que tiene que ver con los productos que son hijos de la revolución tecnológica. Todo lo nuevo asusta por un lado, pero por otro entusiasma, y esta dualidad se exagera en los tiempos que corren, en los que parecen estar de moda los extremos más que el término medio. Es lo mismo que ocurre con la inteligencia artificial o con el último gran juguete por el que las grandes compañías tecnológicas pelean sin descanso para dominar la carrera para incorporarlo con la mejor calidad posible a sus dispositivos: el reconocimiento facial. Nadie puede negar que tiene enormes virtudes, pero también conlleva ciertos riesgos, de ahí la importancia de establecer los límites y encontrar el término medio.

Los límites de seguridad del reconocimiento facial

Ya hace casi dos años desde que Apple revolucionó el mercado incorporando esta tecnología en su iPhone X, el primer smartphone que contó con ella, pero va tan rápida la tecnología que se prevé que este año la gran mayoría de los dispositivos tope de gama de las mejores compañías dispongan de ello. Además, es un tecnología que hoy en día ya se usa en multitud de entornos más allá de los propios teléfonos, como por ejemplo la identificación de personas en medio de tumultos, generalmente con fines relacionados con la seguridad.

El problema nace precisamente de este tipo de usos, ya que convierten al reconocimiento facial en un debate de ámbito moral, al plantearse la duda de dónde establecer los límites para su uso, de manera que no atente contra la privacidad de las personas. Mejor dicho, porque esto es altamente improbable, que lo haga lo menos posible y que al menos sea para el beneficio general. El debate está alcanzando tal intensidad que hace unos días la ciudad de San Francisco se convirtió en la primera en prohibir esta tecnología en Estados Unidos para reconocer criminales, algo que están planteándose otras urbes también, sobre todo en el estado de California, como es el caso de Oakland, para que el gobierno no pueda recurrir a esta tecnología punta.

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Al final, uno puede formarse, documentarse y reflexionar sobre ello, pero es difícil llegar a una conclusión al respecto que no tenga matices en la dirección opuesta porque es innegable que los beneficios que pueden alcanzarse en materia de seguridad con un uso correcto y responsable de la herramienta son importantes. Y esto no es novedad. Pasa con cualquier otra herramienta porque estas no dejan de ser eso mismo, una opción que está disponible para aquel que tenga acceso a ellas y quiera usarlas, de manera que siempre va a existir ese componente humano a la hora de decidir de qué forma utilizarlas. Y la línea que separa lo que está bien de lo que no lo está tanto es muy fina, como casi siempre ocurre en estos delicados temas vistos desde el prisma de la moral.

¿Te gustaría poder sacar dinero así o abrir una cuenta bancaria con un simple selfie? ¿O crees que puede ser contraproducente por muy cómodo que parezca? Piensa en estos dos ejemplos concretos y podrás definir mejor tu opinión al respecto. Eso sí, parece claro que hay casos y casos, porque todo lo que tenga que ver con el uso del reconocimiento facial para la identificación suena lógico e interesante, ya que añade seguridad a los dispositivos y ahorra tiempo al usuario. Sin embargo, el debate es inevitable cuando suponga el acceso información sobre ti, de la manera que sea, porque atenta contra tu privacidad, y puede llegar a ser peligroso incluso porque hay verdaderos expertos en obtener información personal a través del rostro.

Además, por otro lado, también se ha demostrado que de momento no son infalibles, algo que empieza a cobrar una importancia mayúscula si el uso que se pretende hacer de la tecnología tiene que ver con objetivos militares, por ejemplo. Algo, por cierto, que no es tan raro.

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Un sinfín de virtudes

En definitiva, el debate existe y es totalmente lógico porque hay razones para ello de mucho peso, de los dos lados. Tal es la preocupación sobre dónde están los límites del reconocimiento facial que incluso es algo que ha salido a la palestra últimamente en la junta de accionistas de Amazon, ni más ni menos. The New York Times así lo confirmó, informado concretamente sobre cómo la junta general de accionistas había rechazado medidas presentadas por un determinado grupo de inversores que pretendía limitar la venta de sistemas basados en la tecnología del reconocimiento facial.

Al final, seas partidario de ella o no, es mejor asumir que ha llegado para quedarse con toda sus fuerzas, por lo que casi conviene más en trabajar en marcar bien sus límites y, dentro de ellos, sacar todo el partido posible del reconocimiento facial, sin que atente contra la libertad ni la privacidad de nadie. Esto no lo decimos nosotros, sino los datos mundiales que demuestran que ya está más que generalizado su uso en buena parte de los países desarrollados y por todas las grandes multinacionales, sobre todo de la rama tecnológica, como demuestra la propia Amazon, que está testeando aplicaciones nuevas como, por ejemplo, una que obliga al mensajero a hacerse una foto cuando entrega un paquete de modo que la coteje un programa de reconocimiento facial.

Y todo esto, más allá del debate moral, puede llegar a chocar de lleno con el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) que entró en vigor hace pocos meses, actualizando una versión anterior que había quedado muy obsoleta rápidamente ante el crecimiento tecnológico, por lo que el debate alcanza también el ámbito legal.

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Eso sí, antes de terminar esta reflexión, es necesario destacar también algún ejemplo concreto de los virtudes de esta tecnología porque no todo es negativo, ni mucho menos. Aquí una muestra: la localización de desaparecidos. Solo en Europa desaparecen cada año aproximadamente 250.000 menores, según datos de la ONG Missing Children Europe, y el año pasado la policía de Nueva Delhi, en India, utilizó esta tecnología para encontrar a más de 3.000 niños desaparecidos, según The Independent.

Por todos estos detalles, se trata de un tema delicado del que conviene debatir con criterio porque es importante llevar a la opinión pública la importancia real que tienen este tipo de temas, al igual que otros muchos que afectan al ámbito tecnológico.

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