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Wearables: cómo mejorar la seguridad laboral con ellos

Últimamente hablamos tanto con anglicismos que por un momento hay personas que dudan incluso de que este idioma sea más rico que el español en cuanto a su vocabulario, pero nada más lejos de la realidad. No es así, pero el inglés el lenguaje universal por excelencia, y eso se refleja especialmente en el universo tecnológico, del que hemos adoptado numerosos conceptos sin traducirlos, algo que al final es mucho más práctico que andar a dos bandas. Además, hay términos curiosamente que en inglés reflejan muy bien lo que significan y que en nuestro idioma tendríamos que deconstruir para definirlos con una frase larga en vez de con una sola palabra. Es el caso, por ejemplo, de los wearables, nuestros protagonistas en las siguientes lineas, los dispositivos tecnológicos de última tecnología de pequeño tamaño que se llevan puestos -de ahí lod e ‘wear’, que significa vestir-, que cada vez tienen más recorrido a nivel funcional, como vamos a ver a continuación.

Los más conocidos son los smartwatches, capaces de hacer casi todas las funciones de un smartphone pero sin necesidad de tocarse todo el cuerpo en su busca cuando lo quieres utilizar ni estar preocupado, sobre todo cuando es nuevo, de que no se pierda porque lo tienes incorporado y bien sujeto a la muñeca. Pero no son los únicos los smartwatches, porque en este concepto de wearable también se pueden incluir las pulseras digitales que se utilizan ya para medir, entre otras cosas, los niveles de glucosa; las zapatillas con GPS, muy utilizadas en el atletismo de élite; gafas inteligentes o de realidad virtual; y hasta las cascos conocidos como ‘smart caps’, que por ejemplo se utilizan en determinados sectores laborales como la minería australiana.

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Los wearable en el entorno laboral

Todos ellos son elementos de uso casi cotidiano, ya sea en la actividad corriente de cada persona o en un oficio, como es el ejemplo de los cascos inteligentes, que gracias a la tecnología han alcanzado una dimensión totalmente desconocida para ellos, la de ser protagonistas en el sector laboral. Las empresas cada vez recurren más a la tecnología de los wearables fundamentalmente por un doble motivo: les permite controlar mejor la actividad de sus trabajadores, y por ende su productividad, lo que tiene impacto directo sobre la eficacia en el rendimiento productivo; y porque son una fuente de mejoras notable en el campo de la seguridad laboral.

Su aplicación en este sentido es fundamental en determinadas profesiones de riesgo, ya que suelen incluir botones de emergencia que el trabajador puede activar de manera rápida y así acortar los tiempos de reacción ante una emergencia, pueden tener sensores para detectar con mucha fiabilidad en tiempo real accidentes laborales como las caídas, y hasta se pueden monitorizar las constantes vitales del trabajador.

No parecen tener ninguna desventaja profesional porque un reloj electrónico lo puede llevar hasta aquel que desarrolle actividades muy peligrosas, pero sí que ha generado un debate entorno al uso de los wearables en el mercado laboral que tiene que ver con el derecho a la intimidad e incluso la protección de datos. Al fin y al cabo, la empresa puede conocer mucho sobre sus trabajadores gracias a estos dispositivos, y no queda claro dónde está el límite de lo que se puede y no se puede medir y, especialmente, de lo que deben hacer desde un punto de visto ético las compañías que los implanten.

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Pero si dejamos a un lado la moralidad y el debate de los límites y nos enfocamos exclusivamente en la parte práctica, tanto desde el prisma del trabajador como el de la empresa el uso de wearables es una garantía porque los primeros saben que están más controlados en caso de que ocurre algún tipo de desgracia mientras que las segundas tienen prácticamente asegurado un impacto de la inversión en ellos en su cuenta de resultados ya que la ecuación es muy sencilla de resolver: más conocimiento del trabajador es igual a mayor productividad, lo que permite un ahorro de costes a medio plazo.

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