Con el paso del tiempo, el hombre primitivo se ha ido transformando en el moderno homo tecnologicus. El homo tecnologicus es un ser humano muy sofisticado que desarrolla sus actividades en una sociedad altamente tecnológica e industrializada.
El homo tecnologicus se transporta a su lugar de trabajo en un automóvil con aire acondicionado y GPS, trabaja en un edificio que cuenta con las últimas tecnologías domóticas, ascensores inteligentes y máquinas dispensadoras de café, dispone de un ordenador con conexión a Internet y correo electrónico y mantiene conferencias virtuales con compañeros de trabajo, familiares y amigos en otros países. Pero sobre todo, el homo tecnologicus es un homo sapiens con un elevadísimo consumo energético.
El consumo energético medio del homo tecnologicus en cualquier país altamente industrializado es equivalente al consumo de doce mil vatios de potencia durante 24 horas al día durante los 365 días del año. Es decir, consume el equivalente a seis secadores de pelo o 120 bombillas incandescentes encendidos durante todo el año.
Un hombre primitivo de las cavernas, perteneciente a la sociedad cazadora-recolectora, presentaba un consumo energético medio equivalente a la potencia de una bombilla incandescente de 100 vatios encendida las 24 horas del día durante un año. No es difícil deducir que un homo tecnologicus consume 120 veces la energía de su lejano predecesor, el homo sapiens. Un homo tecnologicus equivale, energéticamente, a 120 hombres primitivos. 120 hombres primitivos trabajando incasablemente para satisfacer las necesidades energéticas de un homo sapiens del siglo XXI.
Al igual que el homo sapiens, el homo tecnologicus dedica parte de su energía a satisfacer sus necesidades energéticas endosomáticas. La diferencia es que el hombre cavernícola dedicaba muchas horas del día a recolectar o cazar sus alimentos. El homo tecnologicus solo tiene que acercarse a un centro comercial, comprar la comida necesaria y almacenarla en casa en un moderno frigorífico. Alguien ha asumido el esfuerzo energético de cultivar, cosechar, transportar, envasar y distribuir los alimentos que disfruta el homo tecnologicus. Una fuerza energética invisible suministra al desenfadado homo tecnologicus la energía necesaria para que se transporte, se conecte a Internet, se alimente, se caliente y se divierta en la moderna sociedad tecnológica en la que habita.
La energía invisible que disfruta el homo tecnologicus es proporcionada en un 90 % por el petróleo, el carbón y el gas natural. Los hidrocarburos son los esclavos energéticos que trabajan silenciosa e incansablemente para el despreocupado homo tecnologicus.
Dr. Alberto Ríos Villacorta
www.albertorios.eu
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