Puede parecer el grito de guerra de un bar en la calle El Laurel, en pleno centro de la ciudad de Logroño, aunque cierto es que en esta “senda de los elefantes” como popularmente se conoce, se bebe más que se cata.
Pero en realidad es un reclamo propio y de muchos de los profesionales del sector con los que habitualmente me reúno para compartir experiencias, novedades encontradas y sobre todo, botellas de vino.
No se crean que es una frase con la que se pretenda encubrir los delirios de un borracho reconocido, o la disculpa idónea para beber hasta hartarse, no, es una frase con mucho sentido y que hace muchos, muchos años, debería haberse grabado en la mente de todos aquellos que de una manera u otra divulgaron La Cultura del Vino, frase que en ocasiones resultaba “hortera”, y dentro de los cuales también me incluyo.
El vino como poesía
Bodegueros, Enólogos, Distribuidores, Sumilleres, Periodistas y Críticos (seguro que alguno se me escapa) hablaban del vino con una poesía que en ocasiones llegaba al ridículo, con descripciones de aromas en los vinos que no merecen ser repetidas, cantidad de “bonitos palabros” que desubicaban al personal y se perdía en las explicaciones de los antocianos, los taninos y la fermentación maloláctica, hasta que el ácido acético les volvía a la realidad, por que básicamente es el vinagre de toda la vida y algo que todos conocemos.
En todas estas catas y presentaciones de vinos o bodegas a las que seguro han asistido más de una vez se solían o se suele dejar en el camino lo más importante del vino, si esta bueno o no lo está.
A beber vino como lo hacían nuestros padres
Todavía recuerdo cuando me enviaban a la bodega situada tres calles más arriba de donde me crié, con una garrafita blanca algo teñida por el vino con su tapón rojo de rosca, a buscar los tres litros de vino que mi padre se bebía poco a poco en su vaso de duralex durante la comida.
Vino a granel, vino de procedencia desconocida, elaborado con variedades de uvas desconocidas y sin preocuparse si tenía o no crianza en barrica. Simplemente era vino y estaba bueno.
Sus orígenes no se conocían porque a mi padre tampoco le importaba. Él disfrutaba de su vaso de vino en la comida y bebía vino, mucho más que la media actual de la población de nuestro país.
Los datos que a él no le preocupaban seguro que si lo hacían al dueño de la bodega, tendría que tener un buen vino para que sus clientes no se quejaran o desviaran sus garrafas a otra bodega, el por su trabajo si tendría que catar, analizar con sus sentidos las muestras de vino para obtener los mejores resultados en su negocio.
El consumo del vino en España ha caído a niveles muy preocupantes, que según uno de los últimos estudios realizados por el Wine Institute de California a nivel mundial (noviembre de 2015) nos ubicamos en el puesto 28º, por detrás de países de larga tradición cervecera como Alemania, Bélgica o Gran Bretaña.
Pienso que será complicado conseguir aumentar el consumo de vino, al igual que tratar de acercar a los jóvenes a este fascinante mundo si continuamos enfocándolo de esta manera. Es como cuando vamos a una tienda de ropa a comprarnos un pantalón, no es habitual que nos cuente el método de patronaje o la confección, sí que podemos preocuparnos por la tela, el color, el talle pero no vamos más allá, básicamente vemos si nos gusta o no, y sobre todo que tal nos sienta. Pues esto es lo que tenemos que hacer, que el público se preocupe de si le gusta o no y de si le sienta bien o no.
Catar y saber catar es importante, pero para los profesionales, el cliente final no tiene por qué saber catar, tiene que saber beber, degustar, disfrutar, y pare ello hace falta conocer otros datos más prácticos, sencillos y que le motiven, tales como quien lo elabora y donde, al igual que nos gusta saber y valoramos más los tomates o los huevos cuando vienen de tal pueblo o del vecino que la abuela tiene en el pueblo. Lo que está bueno o sabe rico suele gustar a todo el mundo.
Mis inicios en el vino fueron con Los Corales, un blanco semi seco que procedía de Tudela de Duero y se embotellaba en Gijón, o eso ponía en la etiqueta, ¡¡¡Maravilloso!!! ¡¡¡Riquísimo!!!!
De aquella bebíamos y yo creo que ni sabíamos lo que era catar, pero por algo se tiene que empezar.
Poco a poco fue subiendo la calidad de los vinos hasta que muchos años después se convirtió en pasión y profesión.
Pero para llegar hasta aquí han tenido que pasar muchas botellas y sobre todo corchos por mis manos, que a día de hoy siguen pareciéndome pocos, ya que me queda mucho por descubrir, beber, compartir y catar, si catar, porque mi profesión me obliga a tener que catar muchos vinos a lo largo del año, pero verdaderamente lo que más me gusta es beber vino, y más que beber vino, compartirlo con los amigos y poder contar de donde ha salido la botella, si el viñedo tiene alguna característica diferente al resto o su productor le canta por las mañanas a las barricas que tiene en la bodega, contar y que el vino cuente cosas que se acerquen más al sentimiento que a los tecnicismos.
Por eso y por otras muchas cosas más que me he dejado en el tintero, hay que Beber más que y Catar menos.
David Barro, Responsable de ventas nacional de Coalla Logística y tutor delMBA Enología de IMF Business School
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