«Todos somos genios, pero si juzgas a un pez por su capacidad para escalar árboles, vivirá toda su vida pensando que es un inútil.» A. Einstein.
Esta frase debería de ser una regla para aplicar a la Gestión y el Desarrollo del Talento en las organizaciones. Descubrir y desarrollar el talento exige un proceso de estudio y de un gran discernimiento, y no estoy segura de que todas las personas que se dedican a esta labor en los departamentos de Recursos Humanos, o en cualquier otro departamento de una empresa, cuenten con esta competencia: la de la prudencia y el discernimiento.
El talento ha de ser mutuo en este caso. Muchas veces nos equivocamos porque no sabemos valorar con los criterios adecuados y los errores en nuestro ámbito son graves, ¡hablamos de personas!
Si planteamos las competencias (el talento) como cualidades que tienen la capacidad de llegar a ser, nos ocuparemos de poder desarrollarlas. Una inteligente gestión del talento está en detectar las semillas de las competencias y saber desplegarlas.
Nuestra capacidad para reconocer y promover el talento de nuestras personas puede marcar la diferencia en el desarrollo. Saber tomar las decisiones correctas en cada momento para mejorar la propia vida y la de los demás supone una planificación y una visión de futuro. La prudencia en sí misma es una cierta estrategia. Supone un análisis previo a la deliberación ante la toma de decisiones para poder elegir la opción correcta. El hombre prudente domina el pensamiento estratégico.
El origen etimológico de la palabra «talento» se refiere a una unidad monetaria de la antigüedad. Sin embargo su significado evolucionó por la interpretación de la famosa parábola de los Talentos (Evangelio Mateo 25:14–30), hasta asociarse al concepto de una aptitud, una capacidad para el desempeño de algo en concreto.
Si llevamos la parábola a nuestro terreno, podemos encontrar dos actitudes, la de aquellos que viven en su zona de confort, entierran sus talentos (monedas) y esperan a que llegue el “dueño de la finca” para entregarles lo mismo que han recibido. Todos conocemos ejemplos de este tipo, pueden ser personas u organizaciones, sin inquietudes, y sin ganas de adaptarse a los cambios rápidos de nuestra sociedad, ¡bastante tienen con conservar lo suyo!
Y la segunda actitud es la de aquellos que tienen dos talentos, los desarrollan y ganan otros dos, o tres, o los que hagan falta… Esta actitud a nivel personal es clave pero si además tu organización tiene la capacidad de reconocer tus talentos y ayudarte a multiplicarlos, el beneficio es mutuo y compartido.
Es conveniente no olvidar el Conócete a ti mismo, que coronaba el oráculo de Delfos. Es el punto de partida para trabajar tus fortalezas y aprender a paliar tus debilidades. Pero no hay duda de que nuestros talentos están directamente relacionados con la voluntad y el trabajo necesarios para desarrollarlos.
Por Ana María López de San Román
Licenciada en Filosofía y Máster en Dirección de Recursos Humanos y Desarrollo personal. Premio Aedipe de RRHH. Emprendedora en Luxitania y Triética. Trabajando en el área de Formación y Desarrollo de Gadea Grupo Farmaceútico. #Top200RSE y convencida de que la vida es «Cuestión de ideas»
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