Lo que utilizamos cuando nos referirnos al estrés siempre suele conllevar el efecto negativo, en realidad existe y debe haber en pequeña cantidad de estrés positivo en nuestra vida pues agudiza la memoria, pero no DISTRÉS que es el autentico principio negativo de esta situación emocional y el nombre científico.
La sociedad actual está tan acostumbrada a sus síntomas, que lo aceptamos como parte integrante de la vida diaria, tanto en familias criando hijos, o en el entorno laboral donde más se camuflan sus efectos por las exigencias del desempeño profesional, y si hablamos de profesiones que utilizan los objetivos como motivación es inevitable padecerlo.
Podemos movernos circulando por sus cinco fases, o estancarnos en alguna de ellas. Los estudios categorizan cada fase según las siguientes características:
Cansancio físico o mental.
Donde observamos picos de energía y fatiga crónica, dificultades para conciliar el sueño como primer estadio que ya obliga a la ingesta de calmantes o derivados. Tan comunes en este caso y sin sintomatología médica concreta que lo aceptamos incluso como parte del envejecer. Damos por hecho que la vida cansa.
Conflictos interpersonales.
Cuando nos retiramos de las actuaciones sociales entre compañeros de trabajo, familia o amigos. El comportamiento comienza a ser hostil y sentimos irascibilidad ante circunstancias anecdóticas como que alguien “nos mira mal” o sentimos ataques sin objetividad verbal. En este instante que nos enfadamos por lo que más tarde reconocemos como “una tontería” pero que hizo mella en nuestra psique y equilibrio emocional. Trivialidades que no sabemos controlar ni por qué nos afectaron tanto.
Desequilibrio emocional.
Cuando se mantienen en el tiempo las sensaciones de estar en continuo conflicto con el mundo, y la persona reacciona y responde de malas maneras a las circunstancias en que intervienen terceras personas, es una consecuencia del empeoramiento de la fase anterior, tendemos a caer en pre-depresión y aislamiento para evitar lo que nos produce rechazo en nosotros mismos. En esta fase el entorno y efectividad laboral se ve muy afectada siempre.
Alarmas físicas.
Los primeros gritos de auxilio del cuerpo humano comienzan por las áreas de tensión del cuello, hombros, cefaleas, y dolores musculares. Y aun así todavía la medicina no ha desarrollado medidores suficientes para ayudar a descartar otras afecciones del distrés, y pasamos por mil pruebas, cuando los médicos ya intuyen que las soluciones pasan por el control emocional y relajación, las primeras indicaciones van encaminadas a hacernos abstraer de la tensión psicológica, mediante ejercicio, deporte, acupuntura y diferentes medidas de distensión mental.
Enfermedad crónica.
El cuerpo está tan agredido que estalla por los puntos genéticamente mas débiles del individuo, ya sea estómago a través de úlceras, hipertensión, gripes, incluso casos de necesidad quirúrgica. Esta fase es muy peligrosa, pues si tomamos un descanso el cuerpo puede sufrir efectos rebote y fluctuaciones hormonales. Por eso no es tan raro que nos dé un infarto en vacaciones si venimos de un grado alto de distrés crónico agudo.
Se asemeja al envejecimiento prematuro, y no se curará tratando la enfermedad física, sino la causa del distrés. Es imprescindible, detectar y asumir los estados de distrés a tiempo para prevenir.
Aquí os dejo unas “Recetas para conocer y controlar el Estrés” de Eduard Punset:
PARTE 1: Recetas para conocer y controlar el Estrés
PARTE 2: Recetas para conocer y controlar el Estrés
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Me parece muy interesante esta aportación acerca del estrés. Enhorabuena, Mónica.