Hay muchas formas de clasificar las categorías profesionales, pero siempre quedan lagunas, y en este espacio incierto se mueven los denominados trabajadores culturales.
Tanto a nivel técnico como desde la creatividad intrínseca de estos colectivos, es difícil etiquetarles o concretar las tareas y actividades a las que pueden otorgar el sustantivo profesión.
Si bien hay muchos talentos por denominar e incluir en el entorno adecuado de los intangibles desempeños de la cultura hay círculos claros como pueden ser, cine, televisión, radio, teatro, baile y musica, pintura, escenarios y comunicadores. Pero hay muchos perfiles indefinibles como puede ser algo muy reconocido incluso reglamentado en la sociedad americana, son los músicos o artistas de calle, metro, estaciones, galerías, etc.
Los diseñadores si no son web, son “artistas”. Los cantantes si no son grupo o gestionados pro discográficas, vuelven a ser solo “artistas”, los creadores de arte manual en mercadillos…. Hay muchas personas talentosísimas que no ven sus habilidades fácilmente ingresables en el mundo profesional laboral, pero sin embargo muchos personajes famosos, tanto de cine o de otras artes han salido de la calle. La escuela de artistas es inmensa pero etérea. Nadie le dio aun su lugar al artista tanto como ellos mismos, y ese empuje que demuestran, ese tesón, constancia, capacidad de esfuerzo, es en sí misma uno de los skill más valorados y buscados en profesionales de todas las ramas.
Disponen de niveles culturales enormes y una visión del mundo muy abierta, son independientes emocionales, y en cualquier momento se incluye un artista en el escenario, bodas, entrevistas, reuniones de trabajo (lecturas), fiestas, ocio… pero si no está dentro de la categoría “turístico” tampoco es considerado valorable profesionalmente.
Es un vacío donde se ven obligados a “emprender” bajos sus propias normas, pues no hay sitio en las leyes y reformas para ellos. Y mueven economías sumergidas, dinero que pagamos todos en algún momento sabiendo que está fuera de control, lo pagamos al ir al cine, pero también lo pagamos cuando compramos una consumición en un local que permite música, o recitadores callejeros. Estamos aceptando que están pero no les damos un lugar.
Pero sí que hay países donde se regula, como en Londres, pues el artista que estará en cada esquina o estación cada día les pagan un mínimo más lo que sacan ellos. Se puede regular.
No es prioridad pero sí es necesidad de la sociedad, no nos preocupa porque aún no hemos encontrado el día que queramos ir al cine y no haya películas por falta de actores, o una biblioteca por falta de escritores de poesía, pero qué pasaría ¿y si faltara el arte en todas sus expresiones? Porque se cansen de no ser suficientemente valorados como el director del banco… hasta que no pasara algo así, no seremos conscientes de la necesidad de regularles antes de que desaparezcan y sólo queden recuerdos de viejos talentos en Internet en forma de vídeo antiguo o película en blanco y negro.
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