Existen distintas posturas al respecto. Hay quien cree que la aparente protección que nos ofrece el interior del vehículo pudiera hacernos sufrir un proceso de transformación, pasando de Dr Jekyll a Mr Hyde, y manifestar rasgos de personalidad que habitualmente las normas cívicas no nos permiten hacer abiertamente.
La realidad es que NO nos transformamos al volante. La forma de conducir que tenemos manifiesta nuestro estado y forma de ser, igual que la manera de conducirnos por la vida.
¿A qué se debe esto? En parte al anonimato que nos ofrece el automóvil, el cual forma parte de nuestro territorio, de nuestro espacio, nos permite huir con facilidad, se convierte en nuestra fortaleza rodante.
Esto no sería relevante si no interfiriera en nuestro trato con los demás. Pero lo cierto es que ni la “carretera es nuestra”, ni estamos solos en la misma.
La Psicología estudia como interfieren el estado emocional y los rasgos de personalidad en el comportamiento de los conductores.
Está demostrado que, de las múltiples variables que intervienen en la producción de accidentes, el papel del conductor es el más relevante. En él se dan una serie de circunstancias que pueden influir de distintas maneras en la accidentalidad.
Entre estas variables que apuntan al conductor como productor principal de los accidentes destacamos la habilidad, experiencia y condición física. Pero sin duda las que pueden resultar más decisivas son la personalidad y el estado emocional.
Entre los rasgos de la personalidad estudiados con peso significativo en la conducción resaltamos la impulsividad, inestabilidad emocional, rebeldía, competitividad, egocentrismo, tensión, ansiedad, inmadurez, inseguridad…
La manifestación de alguno de estos rasgos, tanto por exceso como por defecto pueden contribuir a una conducción anómala, que repercuta en un aumento del riesgo.
Si a estos rasgos unimos un estado emocional alterado, o patológico, las consecuencias pueden ser trágicas.
Seamos constructivos. Los automovilistas no somos máquinas, no funcionamos siempre de la misma manera. Y si bien es cierto que nuestra personalidad y estado de ánimo influye en la toma de decisiones que hacemos, somos seres inteligentes, sensibles y con margen de maniobra.
Lo cierto es que el 90% los accidentes de tráfico son evitables.
Aproximadamente el 90 por ciento de los mismos se deben a causas humanas y, el hecho de que estos han sido reducidos de forma notable en nuestro país desde finales de los ochenta hace evidente que son evitables.
Debemos incidir, por tanto, en la necesidad de intervenir en nuestro propio comportamiento, (patologías aparte), para realizar una conducción más segura que repercuta en el beneficio de todos.
CONSEJOS PARA EVITAR LOS ACCIDENTES DE TRÁFICO
- Algunas actitudes que podemos adoptar cuando estamos al volante serían las siguientes:
- Ser cívicos y educados, respetar las normas.
- No molestar, ser solidario y comprensivo con los comportamientos de otros.
- Controlar la provocación suscitada por la incomprensible actuación de otros conductores (a veces nosotros caemos en los mismos errores).
- Antes de reaccionar con ira, pensar si haríamos lo mismo sin la interposición de la coraza del coche.
- Dar rienda suelta a la agresividad o tensión acumulada haciendo deporte o paseando, no conduciendo. Conducir en si mismo puede ser relajante.
- Pensar que el coche es sólo una herramienta.
Juana Carretero, Tutora del Máster en Tráfico, Movilidad y Seguridad Vial
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