La planificación de un viaje implica elegir el destino, tener preparada la maleta y, sobre todo, prever los problemas más frecuentes.
Los riesgos sanitarios pueden evitarse o reducirse si llevamos una buena planificación del viaje y tomamos las medidas adecuadas de prevención. Todas las personas son susceptibles de sufrir algún inconveniente en su viaje, sin embargo, los bebés, los niños, las mujeres embarazadas, los ancianos, los minusválidos, los inmunodeprimidos y las personas con problemas médicos son los grupos con mayor riesgo.
Los viajeros afectados por una enfermedad crónica deben llevar todos los medicamentos dentro de sus envases originales, guardados dentro de su equipaje de mano (es recomendable llevar por duplicado la medicación en la maleta). Además, portar con los documentos del viaje, informes médicos de patología y tratamiento.
Para evitar posibles problemas con la asistencia médica es útil contratar un seguro general de viajes, en especial, si son desplazamientos al extranjero.
La elección del medio de transporte para realizar nuestro viaje suele venir determinada por el destino (distancia, duración, comodidad, etc.). En cualquier caso, es importante reconocer los riesgos asociados con el trayecto.
Si viajamos en avión o en tren, es recomendable moverse hasta el baño de modo regular, evitando de este modo la inmovilidad prolongada. Debemos mantener una postura cómoda en el asiento, intentando colocar el equipaje de mano en un lugar en el que no obstaculice una buena posición de las piernas ni de los brazos.
Al ponernos al volante aumentan las precauciones que debemos tomar, ya que el desplazamiento depende directamente de las condiciones del conductor, del automóvil y del tráfico. La fatiga es el mayor problema del conductor. Para evitarla, hay que parar unos 20 minutos cada 2 horas de viaje o 200 kilómetros. No conducir más de 8 horas, haber dormido bien y haber ingerido comida ligera o utilizar gafas de sol son algunas de las medidas de precaución al volante conocidas por todos pero que no está de más recordar.
La planificación del viaje también es imprescindible si viajamos en automóvil: conocer la ruta, prever el tráfico y programar las paradas (para descansar y repostar).
El mareo, también denominado cinetosis, es otro de los enemigos de los viajes y puede aparecer en viajes realizados en cualquier medio de transporte. Este tipo de mareo afecta a los niños a partir de dos años principalmente, pero puede aparecer en adultos y ancianos. La prevención es el primer paso para evitar el mareo cinético de los viajeros. Se aconseja que las personas susceptibles se coloquen en la zona de menor movimiento, se mantengan en posición semirrecostada con la cabeza apoyada o que consuman cantidades pequeñas de líquidos durante un viaje prolongado (evitar el consumo de comida y bebida en un viaje de corta duración).
El periodo de adaptación a un nuevo lugar depende de las personas y de las condiciones del entorno. Los cambios de temperatura pueden tener efectos nocivos para la salud como el agotamiento o la deshidratación. Para evitar estos problemas se recomienda ingerir grandes cantidades de líquidos, comidas ricas en sal y evitar los lugares demasiado calurosos o la exposición directa al sol. Cuando no sea posible evitar el sol, se aconseja utilizar protector solar, cubrir la mayor cantidad de piel posible con ropa y cubrir la cabeza con un sombrero.
Muchas de las enfermedades previas de los viajeros se intensifican en situaciones de agotamiento o de excesivo calor, por este motivo, es recomendable que las personas que sufren alguna patología elijan destinos con un clima similar al de procedencia.
Las personas que decidan viajar al extranjero en su periodo de vacaciones deberán tener especial cuidado con la alimentación y tomar las medidas necesarias para evitar enfermedades a través de la vacunación. La selección de las vacunas en un viaje vendrá determinada por la situación sanitaria del país de destino, de la enfermedad que le afecten, de las características del viaje y de la situación del viajero.
En cuanto a la alimentación, no se deben consumir alimentos que hayan estado a temperatura ambiente durante mucho tiempo, alimentos crudos, hielo, helados y leche sin pasteurizar. El agua es otro de las mayores preocupaciones del viajero, no sin razón, ya que es un transmisor de enfermedades infecciosas. Lo principal es utilizar, tanto para beber como para el aseo personal, agua embotellada o previamente hervida y desinfectada químicamente.
La prevención sobrepasa a la duración del viaje, algunas enfermedades se manifiestan tiempo después del regreso, en especial si se trata de enfermedades tropicales. En estos casos, hay que tener a mano los datos de los lugares que se han visitado y la duración del viaje para poder informar al médico si se necesitase asistencia sanitaria.
El jet lag es un problema muy común relacionado con los viajes de larga distancia que se produce por el cambio horario, al llegar al destino y al regresar a casa. Puede combatirse, en ambas ocasiones, descansando durante el viaje, tomando comidas ligeras, evitando la cafeína y el alcohol y procurando adaptarse paulatinamente a unos horarios de sueño normales.
Fuente: Ministerio de Sanidad y Consumo
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