Estamos acostumbrados a leer infinidad de anglicismos con un significado que, en muchas ocasiones, nuestra mente no llega a comprender por completo. Social Business es uno de esos términos.
Social Business ≠ Social Media
Pero, ¿qué es el Social Business? Algunas empresas confunden el término, casi con total seguridad, por lo novedoso del anglicismo. Sin embargo, no es tan nuevo como nos podríamos imaginar.
Hace ya tiempo, en el año 2009, Andrew Macafee y su Enterprise 2.0 (y su evolución Enterprise social software) daban señales de lo que se llegaría a denominar Social Business.
Esta tendencia, el Enterprise 2.0 o Empresa 2.0, se refiere a la evolución tecnológica aplicando TIC (Tecnología de la Información y la Comunicación). Las organizaciones utilizan diferentes herramientas para la comunicación interna, por ejemplo las intranets, e-mail, ERP, CRM, siendo rastreable, acumulable y perdurable en el tiempo, ganando tiempo en las comunicaciones y no siendo intrusivos ni teniendo que parar un proceso o labor del desarrollo de un puesto de trabajo. Todas estas medidas mejoran la productividad, además de ofrecer la posibilidad de procesar toda esa información para tomar decisiones acertadas y objetivas.
Se trata de un gran avance en las empresas para mejorar sus procesos y ganar tiempo al tiempo, dándole herramientas al cliente interno (sus empleados) para mejorar su ritmo de trabajo, mejorar la productividad y bajar los costes directos. Se habla del cliente interno, pero, ¿y el externo? Aquí es donde se evoluciona hacia el Social Media, integrando las herramientas y plataformas sociales como una nueva forma de comunicarse.
No obstante, como se ha indicado anteriormente, Social Media no significa Social Business.
El Social Business representa a una organización natural y social, de liderazgo abierto, con el objetivo de enfocar personas, procesos y tecnología hacia un entorno colaborativo y horizontal, donde toda la estructura forma parte del desarrollo del negocio. En esta organización priman (para mí, en este orden):
– Las personas.
– El compromiso.
– El cliente como eje principal (tanto externo como interno).
– Los niveles horizontales.
– Los líderes naturales.
– El flujo de ideas.
– Contextos.
– Capitalización (o lo que algunos denominan beneficios).
En definitiva, los niveles jerárquicos conocidos actualmente se modifican. Toda la organización está comprometida en el objetivo marcado por los valores de la empresa, colaborando directivos, líderes afectados y sus seguidores, aplicando un flujo de información e ideas que traspasa la real a lo virtual. Se utilizan herramientas donde todo el personal implicado en el proyecto introduce sus avances, con posibilidad de seguimiento de todo el equipo de forma descentralizada, atomizada y actualizada al minuto. Incluso es posible que el resto de la organización, que no esta implicada en el proyecto o proceso, también tenga acceso y pueda opinar o aportar mejoras. Todo ello para cubrir necesidades y capitalizar la estructura, invirtiendo en mejorar el proceso productivo, la competitividad y la innovación frente a la competencia. A la vez, ejerce de unificador social interno y externo, favoreciendo la transparencia empresarial.
El poder de la información ya no es exclusivo de la Dirección. Ahora la información es construida por toda la organización y su entorno, clientes internos y externos, dejando fluir el conocimiento para que desde la Dirección se puedan tomar las decisiones con mayor precisión.
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