Imaginemos una mujer de 40 años con una hija de 2 años, la empresa en la que trabajaba redujo su plantilla y ella fue una de las personas que se quedó fuera. Es licenciada en Dirección de Empresas, tiene un máster y más de 15 años de experiencia trabajando en el departamento de Recursos Humanos en diversas empresas. En la última en un puesto de dirección.
Decide que es el momento de dedicar un poco de tiempo a su hija antes de volver a buscar empleo. Aprovecha para perfeccionar el inglés. Pasado un año decide reincorporarse al mercado laboral, le queda medio año de cobrar el desempleo, no quiere “pillarse los dedos” y espera que este tiempo sea suficiente.
Esta mujer siempre pensó que eso del “techo de cristal”, de la “brecha salarial de género”, eran cosas del pasado, que ella, como todas las mujeres que se lo proponían y trabajaban duro, sería valorada y podría promocionarse al igual que los hombres. Vaya, que eso de que las mujeres eran discriminadas por ser madres no era cierto.
Como experta en RR.HH planifica su búsqueda de empleo y comienza enviando su currículum a empresas con las que ha tenido alguna relación o del sector en el que ha trabajado. Su primera sorpresa es que no recibe respuesta, no tiene siquiera la opción de hacer la primera entrevista. Al comentarlo con personas conocidas el primer consejo que escucha es que no ponga su edad en el CV, que eso en determinadas edades, perjudica. Pero si sólo tengo 40 años, protesta.
No se lo puede creer, ella es una profesional con experiencia reconocida, ¿cómo va a ser un problema tener 41 años? Alguien le pasa un vídeo emitido por TVE, que la “abre los ojos”. Parece que lo que ella creía “cosa del pasado” es una triste realidad.
El techo de cristal es una barrera que se encuentran las mujeres con el perfil de la mujer que tomamos como ejemplo: 40 años y una hija la sitúa como “menos disponible” para el trabajo remunerado. No importa si ella ya ha demostrado, como otras tantas mujeres, que puede compatibilizar el empleo y el cuidado de su hija. El mercado laboral la dejó fuera, ella pensaba que por casualidad, y ahora parece imposible la reincorporación, ni siquiera cuando intenta que la contraten en puestos de nivel muy inferior al trabajo que ha desarrollado en los últimos años.
¿Qué ha pasado? ¿Es casualidad o es que ser mujer y madre es un hándicap para encontrar empleo? Si a esta mujer alguien le hubiera contado esto hace dos años, hubiera pensado que era casualidad, hoy, después de un año de búsqueda activa de empleo, sin resultados, su perspectiva ha cambiado. La discriminación de género existe, ser madres discrimina.
¿Cuántas mujeres como ella han tenido que sufrir ellas mismas la discriminación para aceptar esta realidad?
Ángeles Briñón, experta en Igualdad
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Querida escritora,
Te escribo porque has descrito excelentemente mi posición actual. La única diferencia que tengo contigo es que tengo 44 años y mi campo profesional es en Finanzas. Es difícil creer que después de tener un hijo se cierran muchas puertas, pero es una realidad que hay que vivir con ella. Seguiremos intentándolo y tratando de crecer cada día un poquito más con nosotras mismas. No con la sociedad, porque en mi opinión no vamos a cambiar la sociedad tal y como está diseñada. SI tuviera que volver atrás volvería a tener el mayor tesoro que me ha dado la vida.
Buenos días Fatima
La realidad de muchas mujeres es la que contamos. Es cierto que hay sectores que penalizan más, pero siempre la maternidad discrimina.
Es evidente que no se trata de que las mujeres que lo deseen no sean madres, ni mucho menos, de lo que se trata de de que la sociedad sea consciente de que ser madres no es un impedimento para realizar un trabajo profesional.
Gracias por tu comentario
Saludos
Ángeles Briñón